El
país arde,
tú y
yo sabemos que arde.
Y no
hay embarcación ni canción favorita
ni
un extravagante planeta a donde irnos.
Nuestras
oficinas –antes dos sopas para escoger,
sala
con puerta al Mediterráneo– son ahora
las glándulas
secretantes de climas artificiales
Pero
hay que cuidar el medio ambiente,
y se
apagan
El
país arde,
tú y
yo sabemos que arde.
Y no
está el reducido grupo de amigos,
el
auditorio de cinco personas,
el
poema que revolotee en el cuarto.
Nuestras
oficinas –antes luz contra la pared,
pista
del Estudio 54– son ahora alfombras
con
puestas de sol persas, Wi-Fi de usos múltiples,
enormes
búfalos en peligro de extinción
Luis
Daniel Pulido
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