lunes, 6 de junio de 2016

BALADA PARA EL GATO MUERTO



A ella se le murió su gato,
un gato chabacano, perezoso,
sin virajes drásticos: una bola de pelos

Y ella lloró y lloró mucho:
que si una caja de zapatos
para el cuerpo,
un hoyo bien hondo en el patio
y cal para su Daimon:
la lucecita que oscurece

Y quise decirle unas palabras:
lo siento, parece que va a llover,
le puse una carga de cien pesos
a tu teléfono; ya saben, frases sueltas
a manera de suavizar la pérdida

No iba a escribir un ensayo
sobre “gatos-existencia-muerte repentina”;
no iba a evocar Tarebintos de Provenza,
un poema de Machado,
una cita rimbombante sobre paraísos
posibles para un gato –el único quizá–
que no tuvo siete vidas

Bastó un camión cargado de muebles
para partirle la cabeza

Luis Daniel Pulido


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