jueves, 5 de mayo de 2016

UNA SENCILLA CANCIÓN DE AMOR



Con mi mamá –siendo yo un niño– pasábamos por alto
los buenos hábitos en la mesa;
no importaba, por ejemplo, la transición entre bocado,
agua, respirar, ir por otra pieza, morderla;
íbamos directo a la suspicacia: ¿Le faltó sal? ¿La cocción bajó a 5.5?
¿La ensalada carece de investidura para el príncipe de Gales?

Con mi mamá –siendo yo un niño– mirábamos películas
de primera mano: El Santo, Blue Demon, Sean Connery,
El Charro Negro; y con V de Vendetta y con V de vaca
y con V de viruela

Con mi mamá –siendo yo un niño– conocimos, íntegra,
una familia de espíritus,
clasificamos insectos, aves, plantas y tuvimos un patito
que alimentamos, que dejamos durmiera en la cama
y que engordó y que matamos y fue la rica cena de Navidad

Con mi mamá –siendo yo un niño– incendiamos barcos
y vimos futbol mexicano, de Europa, de todos lados;
me enseñó a fumar, a beber fuerte, a devolver los golpes,
a pararme en la portería como los porteros grandes

Mi mamá y yo siempre estuvimos solos,
sin más hijos –aunque los tuvo–,
sin más hermanos –aunque los tengo–,
hasta el último día que llegaron por tus cosas,
que limpiaron tu cama porque ya no estabas

Caen aviones uno tras otro


Luis Daniel Pulido

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