A Gina
Y
tomas una llamada
–supongo
que de larga distancia–
y
hablas de poesía en voz alta,
de
la hija de Rapaccini,
de
que sacaste copia de las llaves de la casa,
que
sigues subiendo los pies al sofá,
que
eres una idealista por la paz del mundo,
una
“openmain” hippie de Canarias
y
que te interesó Shopenhauer
desde
los dieciséis años
Y ya
no sé si tolero todo esto por amor
o
paciencia o si sumo en automático
otro
acto de desaparición a tu expediente;
igual
estiro la mano hacia la mesa
por
azúcar o sal un cerco policiaco,
cortes
a la cebolla,
actitudes
del súper hombre al que le importa
un
carajo si te vas al fin del mundo
o
Nabovaxia o la vuelta de la esquina
Que
no me importas, me digo mentalmente,
y me
pongo los audífonos
Una
pena, de verdad, una pena
que
no sepas la clase de sándwich
que
me preparo, para mí solito,
en
la cocina
Méndiga
Luis
Daniel Pulido
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