A
Gina
Gina insiste en que no es emo, que a sus 28 años es
calculadora, madura, que todo lo tiene bajo control. Su vocabulario de escolta
de motoristas, de jengibre y metal y aleros, construye diálogos para un largo
camino, como lo es el amor que siente por mí. Gina, damas y caballeros, muere
por mí. Claro, en “emolandia” las palabras “amor, te amo, tómame”, asemejan
pataleos de un niño miedoso en un tobogán de Six Flags. Y Gina, patalea a diario.
Gina, claro, me ha pedido discreción, que no publique que
ya, ya me quiere y hasta que en un arrebato de lápiz mordisqueado aceptó ser la
señora Pulido y que sí, sí come de mi mano. Gina es un pajarito al que curo sus
alas. ¡Malditos emos, Black Sabbtah es una banda chingona de rock, no un INFONAVIT para clasemedieros,
carajos!
Pero Gina ha cambiado, es otra, ahora se frota los ojos,
desmonta el infierno que tenía junto a la cama y al cual rezaba:
Callejón,
pasillos y moco
Callejón,
pasillos y moco
No le
temo al coco
Cuando la conocí hubo el siguiente juego de preguntas y
respuestas:
-Eh, tú, ojón, ¿a qué bandas de rock has visto en vivo?
-Pues… dime tú primero Miss Emo
-A Iron Maiden, U2, Foo Fighters y los Stereophonics, ¿y
tú, chaparrito?
-Pues, pues… a los Tex Tex
-No mames
-Cada quien… pero, ¿en serio viste a los Iron Maiden?
-A güevo, papá
Como pueden ver Gina no era poeta, filóloga, traductora
ni doctora en filosofía. Gina, era emo.
Gina hoy es una linda tapatía que habitaba la serranía y
a la que le compré un caballo. Epa, epa, epa, epa.
Gina es la niña más bonita de mi cuadra y que por las
noches va a “asesinos de lagartijas anónimos”, adicción que la acompaña desde
sus días de emo y que ya tiene controlada.
Ella es Gina, la que llegó en barquito para quedarse.
Y yo lo sé, lo siento cuando tomo su mano
Luis Daniel Pulido
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