Por Luis Daniel Pulido
A mi madre, guerrera, invencible
A Julissa Carrillo
Pareciera ser que somos
un país de malos hábitos, un ejercicio diario de posturas y diatribas sin
imaginación, un ghetto
político-social que elige el tema que nos ofrenda el ser víctimas, primero; “feroces”
activistas al final del día. Jugamos a ser conciencia, pero una conciencia con
restricciones, más cercana al aventurero que se encadena a una causa cuando el
índice criminal involucra a sociedad e instituciones.
Y escribo esto por el
número creciente de mujeres asesinadas en Chiapas, que no se detendrá con
marchas, pues en este país una marcha es la vía fácil de la protesta; no frena
ni enfría lo álgido del problema, la urgencia, vamos.
El feminicidio no es consecuencia
de una sola persona que mitiga su perversidad matando mujeres, es la suma de
instintos violentos de nuestra sociedad como Sociedad, y darle un sentido
único, el del machismo, resuelve las comparaciones, pero no desactiva el “chip”
que conforma, por partes, a los desalmados.
Nuestra cultura,
tristemente llamada popular, traza una línea hiperviolenta, asemeja a un perro
rabioso que abrasa tanto a hombres y mujeres, y cuya metáfora se sedimenta en
el “tucanazo”, el Pacto por México, en la insalubridad intelectual que provoca el llamado mundo
del espectáculo.
Los feminicidios como
hechos lamentables son el final de una cadena voraz que hemos alimentado desde
la política hasta lo último que escuchamos en el estéreo.
Decadencia, es la
palabra que pienso.
1 comentario:
Admiro tu fortalaza, como no te derrumbas, como luchas contra la enfermedad y sigues de pie
Te admiro, Luis Daniel
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