domingo, 7 de julio de 2013

QUÉ TRISTE NO SER EL HOMBRE ARAÑA


Por Luis Daniel Pulido
A mi madre, guerrera, invencible

A Julissa Carrillo

Pareciera ser que somos un país de malos hábitos, un ejercicio diario de posturas y diatribas sin imaginación, un ghetto político-social que elige el tema que nos ofrenda el ser víctimas, primero; “feroces” activistas al final del día. Jugamos a ser conciencia, pero una conciencia con restricciones, más cercana al aventurero que se encadena a una causa cuando el índice criminal involucra a sociedad e instituciones.

Y escribo esto por el número creciente de mujeres asesinadas en Chiapas, que no se detendrá con marchas, pues en este país una marcha es la vía fácil de la protesta; no frena ni enfría lo álgido del problema, la urgencia, vamos.

El feminicidio no es consecuencia de una sola persona que mitiga su perversidad matando mujeres, es la suma de instintos violentos de nuestra sociedad como Sociedad, y darle un sentido único, el del machismo, resuelve las comparaciones, pero no desactiva el “chip” que conforma, por partes, a los desalmados.

Nuestra cultura, tristemente llamada popular, traza una línea hiperviolenta, asemeja a un perro rabioso que abrasa tanto a hombres y mujeres, y cuya metáfora se sedimenta en el “tucanazo”, el Pacto por México, en la insalubridad intelectual que provoca el llamado mundo del espectáculo.

Los feminicidios como hechos lamentables son el final de una cadena voraz que hemos alimentado desde la política hasta lo último que escuchamos en el estéreo.


Decadencia, es la palabra que pienso.

1 comentario:

ana claudia dijo...

Admiro tu fortalaza, como no te derrumbas, como luchas contra la enfermedad y sigues de pie

Te admiro, Luis Daniel