A
Esmeralda Pimentel
Y muchos te dirán bonita; al amanecer,
en el Sanborns de
Plaza Universidad,
en los pasillos de la infame Televisa,
en Guanatos y sus melodías pegajosas,
en el estreno de El Santos contra la Tetona Mendoza.
Platicarán de tus ojos bellísimos, de tu sonrisa,
de un ajedrezado Kama Sutra viable sólo si eres
gimnasta olímpico, de tu participación en la serie
Cloroformo,
del siglo terroso de Ciudad Guzmán en Zapotlán El Grande.
Hablarán.
Que estás en Chihuahua inmersa en las obsesiones cotidianas
que tienen los artistas hoy en día por ayudar a la gente,
que tienes mala ortografía y que no sabes que es un palíndromo,
la diferencia entre un sustantivo y un adjetivo,
que no has leído a todos los poetas judíos,
a Celan, por ejemplo.
Cosas –ya sabes– que los hagan parte de ti:
aspirantes a críticos de arte, ejecutivos de Bancos en quiebra,
burócratas de la memoria, dictaminadores de Almadía.
Yo, triste por la muerte de Miguel Calero,
me hago a un lado de la necesidad de decirte algo.
Te escribo, y no sé por qué, este poema que habla de ti
y que quizá no leas.
Escribo y no creo ser Octavio Paz, un volumen de reflexiones,
el I Ching de las telenovelas.
Ustedes lo saben: rebaso los cuarenta años y tengo una lesión
del ligamento cruzado.
Adoptaré, a la una a las dos a las tres,
la personalidad del hombre de tu vida
Luis Daniel Pulido
1 comentario:
Buen gusto, cabroncito, pero mientras sigas escribiendo poemas así, lo soportaré
Te quiero!!!
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