No sueño contigo, no denuncio audiencias
en cámara lenta. Todo es tan sencillo:
no hacen falta vasos, desgloses de recetarios,
las llaves de la puerta.
No estás en mi corazón en los últimos momentos
antes de saltar a la cancha. Pienso en ti como si me enviaran
a un cuarto con más luz, a los lugares más solitarios de este planeta.
La verdad no sé lo que haces, si flotas en tu alfombra
o si tropezaste en el metro y te rompiste los dientes,
a los que siempre –es tu pesadilla– le rondan cuervos,
gusanos o tigres.
Seguro tendrás que ir al dentista y exigirle –otra vez–
mariposas blancas o brackets que como murallas
impidan ponerle un dedo, cosa que hacía porque
siempre quise romperte uno con mi índice
y su gabardina de música caribeña.
Sé –tu bendita madre lo repite– que eres feliz;
a lo que no respondo, ya que sus dioses son parte
de subastas chiquitas y yo acostumbro a pagar
con billetes grandes.
No pienso en ti ni pinto la casa
–eso dice la regla tres–
y he tirado a la basura tus libros.
Hay, afortunadamente, cosas más importantes
que hacer: decirles a tus abuelos que te dio un infarto,
grafitear la casa de tus padres con diablos
y pentagramas, envolver a su mascota
en bolsas de polietileno hasta que se muera
lento, lento, lento, lento…
Y yo –limpio de culpa– cuando el reloj marque
las diez y cuarto, abra una bolsa de palomitas
y destape, por nuestro amor, la soda de tu marca favorita.
en cámara lenta. Todo es tan sencillo:
no hacen falta vasos, desgloses de recetarios,
las llaves de la puerta.
No estás en mi corazón en los últimos momentos
antes de saltar a la cancha. Pienso en ti como si me enviaran
a un cuarto con más luz, a los lugares más solitarios de este planeta.
La verdad no sé lo que haces, si flotas en tu alfombra
o si tropezaste en el metro y te rompiste los dientes,
a los que siempre –es tu pesadilla– le rondan cuervos,
gusanos o tigres.
Seguro tendrás que ir al dentista y exigirle –otra vez–
mariposas blancas o brackets que como murallas
impidan ponerle un dedo, cosa que hacía porque
siempre quise romperte uno con mi índice
y su gabardina de música caribeña.
Sé –tu bendita madre lo repite– que eres feliz;
a lo que no respondo, ya que sus dioses son parte
de subastas chiquitas y yo acostumbro a pagar
con billetes grandes.
No pienso en ti ni pinto la casa
–eso dice la regla tres–
y he tirado a la basura tus libros.
Hay, afortunadamente, cosas más importantes
que hacer: decirles a tus abuelos que te dio un infarto,
grafitear la casa de tus padres con diablos
y pentagramas, envolver a su mascota
en bolsas de polietileno hasta que se muera
lento, lento, lento, lento…
Y yo –limpio de culpa– cuando el reloj marque
las diez y cuarto, abra una bolsa de palomitas
y destape, por nuestro amor, la soda de tu marca favorita.
7 comentarios:
PRECIOSO! una exquisita descripción!
muchas gracias,por compartir!
mi abrazo va ,un beso
lidia-la escriba
hoy subí un nuevo post
Malo!!!
Jajajajaja
Eres lo más lindo que he visto y escuchado y ya sabes, soy tu cómplice
Besito
Claro, ellos subastan dioses chiquitos y tu, eje, puro billete grande, je
Besos, sexis
Ah, incendiales su ciudad, jajajaja
Besos de tu diablita
Sé –tu bendita madre lo repite– que eres feliz;
a lo que no respondo, ya que sus dioses son parte
de subastas chiquitas y yo acostumbro a pagar
con billetes grandes, jojojo
¡Excelente!
Malvado gordito!
Te quiero!!!!
Pienso en ti como si me enviaran
a un cuarto con más luz, a los lugares más solitarios de este planeta
Trsite, nostálgico, bellísimo
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