Hoy les voy a contar una historia bien bonita,
de dos niños: él con las manos astilladas
por mantener –en pie– su casa de madera;
ella, con su huesito de nuez que también
llamaba “bunker”.
Ambos tenían pijamas azules,
señal de las buenas cosas de la vida
(la tía Jenny, de New Orleans, las compró
en oferta) esperaban la noche
como si ésta fuera el gran cuarto
de visitas.
A veces, descalzos, corrían
de una gran bestia marina,
de los días agónicos que deja
la guerra.
Él siempre adelante como el Gran Capitán
frente a mares de piedra blanca.
Ella, con los bordes de su falda,
ahuyentando a cuervos que salían
volando con un pedazo de costilla
roída por los perros vigilantes.
El miedo, sí (decir lo contrario
no es lo correcto)
se sentía.
Se compartían etiquetas adheribles
recortadas de raíces, también de medusas
petrificadas de alguna revista británica,
o de la parte de agua más caliente
de un hoyito que pisaban sus pies
en arenas que ya no eran blancas:
eran marcas de tanques,
jardines que nunca dieron flores.
Sin embargo, él y ella, con la ayuda
de satélites o Dioses, escribían
en los muros desgastados de las estaciones
el mismo deseo que puntualmente se cumple:
el de estar juntos y guardando el secreto
del porqué esta es una bonita historia:
Nunca tuvieron casa, pero sí un sofá
y un paraguas con los cuales siempre
se deseaban bonitos sueños.
Y así, de nuevo, empieza esta historia…
de dos niños: él con las manos astilladas
por mantener –en pie– su casa de madera;
ella, con su huesito de nuez que también
llamaba “bunker”.
Ambos tenían pijamas azules,
señal de las buenas cosas de la vida
(la tía Jenny, de New Orleans, las compró
en oferta) esperaban la noche
como si ésta fuera el gran cuarto
de visitas.
A veces, descalzos, corrían
de una gran bestia marina,
de los días agónicos que deja
la guerra.
Él siempre adelante como el Gran Capitán
frente a mares de piedra blanca.
Ella, con los bordes de su falda,
ahuyentando a cuervos que salían
volando con un pedazo de costilla
roída por los perros vigilantes.
El miedo, sí (decir lo contrario
no es lo correcto)
se sentía.
Se compartían etiquetas adheribles
recortadas de raíces, también de medusas
petrificadas de alguna revista británica,
o de la parte de agua más caliente
de un hoyito que pisaban sus pies
en arenas que ya no eran blancas:
eran marcas de tanques,
jardines que nunca dieron flores.
Sin embargo, él y ella, con la ayuda
de satélites o Dioses, escribían
en los muros desgastados de las estaciones
el mismo deseo que puntualmente se cumple:
el de estar juntos y guardando el secreto
del porqué esta es una bonita historia:
Nunca tuvieron casa, pero sí un sofá
y un paraguas con los cuales siempre
se deseaban bonitos sueños.
Y así, de nuevo, empieza esta historia…
5 comentarios:
Estimado Chincho:
Espero que te "haiga" ido de poca madre el día de tu presentación en la Puerta Abierta. Y aun cuando vivo cerca no pude asistir, porque andaba viendo la luna de octubre en San Cristóbal de Las Casas.
Ya me contarás y sí, nos reventarmeos algunas piezas de Jazz en el Sector C. Por cierto, queda pendiente la entrevista.
Te mando un fuerte abrazo y salud (aunque sea con Jumex).
10-4
Hermoso, Chincho. Y que bueno verte de vuelta en el Popotito
Un beso
La historia es realmente bonita, y triste en los sentidos subyacentes, nunca habían tenido casa y esperaban la noche, ese cuarto de visitas, allí los pijamas azules "nos pertenecen",los dioses y sus satélites, nos ayudan a borrar las marcas de tanques en la arena,a ponerle otra luna a nuestro cielo,que no sea de miedo. Gran capitán, desde mi paraguas te deseo bonitos sueños y mejor realidad. Un abrazo, grande...pero GRANDE
Chincho, recibe bendiciones, si asi lo pides. Saldrás adelante, ya verás. Este poema, bellísimo, es la más cálida muestra de fe
Te adoro!!
Besos!!
Estimado Capitán Jack:
Según el reporrte de mi amiga Leti Bárcenas, todo bien. Ya como autor, me sentí contento, hasta me eché unos saltimbanquis. Y pues ahí lo vIsito en le Sector C, para roquear y jazzear un poco.
10- 4 (Con Boing de tamarindo)
Un abrazo
Mariana:
Gracias. Aún tenemos problemas con un motor, pero ya estamos mi mejor amigo: Chincho
Besos
Claudia:
Gracias. Ya estuve con mi barquito en tu blog, había un oleaje considerable de bonitos sueños, y me subí a ellos y quedaron marcados en mi corazón y mi pancita. Hoy esa luna que veo no es de miedo. Brilla.
Un abrazo GRAAAANNDEEE
Cati:
Las bendiciones llegaron un un rico dulce de almendras. Gracias. Me siento mejor.
Besos
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