En aquellos
años un farolito de gas
bastaba para
leer –no necesitábamos
metrópolis modernas
que nos iluminaran de afuera–,
niños que
salían de la tierra instantes después de comprar
Kalimán o ver
La Vista de Delft
Los caminos
eran todos los horizontes del mundo,
y el
mediodía no era la bestia que hoy cae sobre tu cabeza
¿Y las
bebidas hidratantes?
agua de la
llave y el tenso girasol y la libélula
No hubo
clásicos de la ópera,
la Prima le parole de los poetas de la
Ciudad de México;
los coros de
aire puro se extinguieron con la muerte de Jun’ichiro
–a quien
leíamos– y un amigo –capo en eso de caminar el inframundo maya– escuchaba un
cassette de Motorhead
Y todo, como
Rilke, entre los ángeles
Mónica –ahora
sé que ese es su nombre–
deja agua a
los Tigres de Bengala
Luis Daniel
Pulido
No hay comentarios:
Publicar un comentario