Foto: Larry Woodman
La ciudad –recuerdo– era una serpiente infinita de
luces, no al margen del ruido, y rocosa en su idea de redención.
Levantamos el trigo. Las vacas pastaban en la
distancia. La cocaína y sus astillas abandonaban mi cuerpo.
Y supe que había un pequeño jardín para quienes regresan
de la muerte.
Escucho los caballos que cabalgan en el agua.
Luis Daniel Pulido
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