Era un niño –escoltaba
a sus demonios a la puerta;
hablaba poco –digamos con nadie–,
cristal sin luz, pradera de pájaros migratorios,
perros echados a la calle
a sus demonios a la puerta;
hablaba poco –digamos con nadie–,
cristal sin luz, pradera de pájaros migratorios,
perros echados a la calle
No era bien recibido en los talleres
de poesía para niños,
no vio tardes que duraban toda la vida
a pesar de que era Satán de ojos grandes
de poesía para niños,
no vio tardes que duraban toda la vida
a pesar de que era Satán de ojos grandes
Era un niño –su mirada fija
en una esquina dejaba ver el fuego
en la pulpa de una manzana,
en un centenar de pájaros muertos,
en el Jesucristo glaseado de los diminutivos:
mamita, papito, gordito ¡la chingada!
en una esquina dejaba ver el fuego
en la pulpa de una manzana,
en un centenar de pájaros muertos,
en el Jesucristo glaseado de los diminutivos:
mamita, papito, gordito ¡la chingada!
No entró a tu burbuja de “Dios te cuida
en todas partes”,
no dio señales de bien por aquel ramito
de estrellas fugaces
en todas partes”,
no dio señales de bien por aquel ramito
de estrellas fugaces
Mataba y degollaba patos
y después metía sus pies en la piscina
y después metía sus pies en la piscina
Así me sigo viendo en el espejo
Luis Daniel Pulido
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