—Comes pájaros, Sara —dije.
— Sí, papá. Se mordió los labios,
avergonzada, y dijo:
—Tú también.
—Comes pájaros vivos, Sara.
—Sí, papá.
Samantha Schweblin
Amiga del otro lado de la
ciudad:
Yo
no veo la vida desde una fuente que hace posible tus sueños. Tengo hambre.
Siempre tengo hambre. Mi ventana tampoco está iluminada por el cariño de la
gente, no hace que mi cama sea tibia, es la oscuridad que deja el día después
de buscar comida en los basureros, de imaginar que cazo dinosaurios y duermo la
siesta con algo que hace tiempo no me sale: la sonrisa.
Yo
no veo ni siento la vida como te enseña tu maestra: con poesía y juego de
palabras, con cosas que nombras, memorizas y etiquetas. Haikús me dices que se
llaman. No. Mi escuela y mis libros son la desesperanza, la angustia, la violencia.
Y creo que te están engañando o quizá ocultando la mejor parte de la historia:
el mundo no es de color rosa.
Yo
ayer maté a un gato. Y lo maté porque se llevó mi comida. Y porque no era un
dragón ni un dios que responda a mis preguntas. Quiero decir “no pasa nada”.
Pero
sabes: te quiero. Y es todo lo que sé.
Si
pudieras acompañarme a lavar la sangre de mis manos.
El
reciclero.
Texto:
Luis Daniel Pulido
Foto:
Dara Scully
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