La
sugerencia fue que me disculpe
–ese hábito
de querer sacarle sangre a las piedras–
un psicólogo
que deja correr el agua tibia en la radio,
un terapeuta,
pues, de pareja
El terapeuta
insiste como si se tratara
de tirar el
cepillo de dientes,
el gramo
extra de polvo en la foto,
los anaqueles
semivacíos de libros,
las postales
en sepia, la televisión abierta
El terapeuta
–ya enojado– insiste en que maté al gato,
no le puse
agua a las plantas, que hice manita de puerco
Y yo,
sincero, con mi voz de trueno, le digo:
Oblígame
perro
Luis Daniel
Pulido
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