A Gina
Hay,
en las bibliotecas públicas,
acuarelas
de lecturas descuidadas,
estudiantes
que se reconocen en Atyozinapa,
que
hacen pedazos los burdeles de la democracia,
que
contagian, que tienen nombres y apellidos:
William
Degouve, Ruperta Gómez, María José Camargo
Hay,
en las bibliotecas públicas,
a eso
de las seis de la tarde,
un
centenar de frases para gritar en las calles;
y hay
suficiente sangre para iluminar una misma ventana,
una
raya discontinua, puntos de energía,
Sumatra,
Reforma o Londres
Hay,
en las bibliotecas públicas,
el
amigo que no tuve,
el
libro que se ajusta bien al tema,
los
personajes favoritos de la corte
Hay
grandes actos de justicia: diseñadores de cartografías,
héroes
de la patria que fueron –de jóvenes– fans de Iron Maiden,
la
neblina de los puertos, la Guantanamera
Hay,
en las bibliotecas públicas,
extraños
mayores de cuarenta años
que
saben lo que jala el anzuelo:
el
insomnio, la soberbia
Patearé
la boca putrefacta del ejército mexicano
Luis
Daniel Pulido
Tuxtla
Gutiérrez, Chiapas; Méx
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