sábado, 28 de abril de 2012

MORIR EN CINÉPOLIS


Jennifer Connelly

Mis compañeros de camino se reservan palabras,
se olvidaron de que algún día fueron tártaros salvajes
que chutaban a gol contra las puertas en busca de calentar
la cama con un balcón lleno de mujeres

Hoy son piedras de todos los edificios
y matan dos pájaros de un solo impuesto contable,
prueba de ello es que ya no crean belleza
sino ciudades

Me han invitado a algunas donde carteles,
hoteles y departamentos no se niegan a revistas de moda,
a horarios con sobresaltos que nos llevan a restregarnos
los ojos frente al espejo del lavabo y escuchar cómo camina
la muerte en el sartén lleno de aceite

Nada tengo en Chiapas –ni me preocupa tener–,
prefiero los pequeños circuitos donde sufren esguinces
los autos de carrera, cada fractura de huesos por los golpes en el emparrillado,
la Atlántida de firmas de nuestros héroes hundiéndose en la pantalla
del cine que fue demolido y sin embargo nunca abandonamos la sala

Es el cine donde me encuentro a Liz bajo la lluvia
acompañada de Stendhal, Rosellini y Barbarella;
y yo, tranquilo, como Polanski, me llevo el terror a otra parte

No lo olviden: sólo salvan los ojos infantiles de la belleza,
las casas con muebles provisionales,
los poemas que no dicen y esperan nada

1 comentario:

LOVE, LOVE dijo...

Qué poema!!

Me gusta lo que escribes

Es tan fresco, tan distinto a lo que se hace en Chiapas y por eso te adoro!!!