Soy –busco la palabra correcta–
un excombatiente de los infiernos en sepia,
de esas fotos fijas donde todos sonríen:
trabajo –filmes posteriores– para sobrevivir
y eso implica todo el día;
no hay tiempo para amar este país y su gravedad
que ata mis pies a sus fosas clandestinas,
a sus ciudadanos y su irrefrenable deseo
de cantar canciones de Julión Álvarez
Soy un hombre ocupado ensamblando
arneses, colocándole un ojo a un gatito
que nada sabe que su vida depende
del dinero y el yeso poroso de dioses sordos
y los repartos medievales
–un coro enorme de hombres
escondidos tras máscaras de maderas,
con sus lenguas rozando las comisuras de los abismos,
palabra a palabra, babeando…
Soy el hombre solitario en la boca
abierta del jabalí,
en su campana acústica que convoca
a fiestas interminables,
en el olor a sangre de los gritos
infinitos,
en sus ojos bien abiertos…
Un Black Hawk con hombres armados
sobrevuela mercados e iglesias
Y el gato muere en mis brazos
Luis Daniel Pulido
