jueves, 11 de septiembre de 2025

UN HOMBRE TAMBIÉN ES UN OCÉANO


 

Mi relación con las enfermedades es como la de un avión supersónico que se estrella con un objeto inamovible, a un planeta con un manto de silencio inmenso. La devastación es un día normal: otra vez todo es roca, glaciares, pequeños fulgores, un oso ciego. No tengo respuesta a lo que me pasa, un día un poco de dolor de cabeza, fiebre, un látigo de fuego en los pulmones, un animal de dientes filosos en las entrañas, percebes amargos en vez de boca, un monstruo en el espejo, yo tirado en la cama. Así van cinco días, aferrándome a las paredes cuando bajo por un vaso de agua, a ganar esas pequeñas guerras para alimentar a los perros, a regar los cálidos árboles que deshojan los gatos cuando tienen hambre. Pero acepto y bendigo la enfermedad, el rostro deforme, lento y contemplativo de los hongos nucleares, como cuando era niño y era encerrado por violento. La imaginación camina hacia otros lados y es lo más parecido a los juegos pirotécnicos.

Luis Daniel Pulido

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