jueves, 25 de septiembre de 2025

FIDDLE RIDDLE


 

Imagino –esa escala dórica de truenos en el cielo,
que tengo una máquina del tiempo,
que es 1978 y hay juegos de futbol en la tele,
países que son feudos de lodo y donde se reconoce
el balón aún en esas condiciones
Imagino que abren un vinilo nuevo
–el olor a queroseno es inevitable,
a bosque con osos hibernando;
Bob Dylan o Led Zeppelin o Frank Zappa,
La Revolución de Emiliano Zapata,
Genesis, Sergio Méndez, Joan Baez
son sobremesa, cónclave, religión,
invención de la literatura
Tengo un Mustang GT 68 y vamos a la playa,
–se viene la mejor persecución de autos
de todos los tiempos
Suena Radar Love y soy Ubaldo Matildo Fillol
Y tuve muchos hijos
Luis Daniel Pulido

domingo, 21 de septiembre de 2025

AZTECAS, EL CAMPEONÍSIMO EQUIPO DE FUTBOL DE SALÓN


 

El equipo ya tenía historia: un joven portero, Hugo Martínez Gómez, llamado cariñosamente “Coco”, lo hizo posible. Cansado de jugar con señores mayores que él, con riesgo al despojo (tenía los mejores guantes, los mejores uniformes), al vicio en turno, a la mala publicidad que dan los jugadores gordos, renuncia a la carta magna de todo el futbol llanero: jugar en Aztecas significaba compromiso de verdaderos hombres, puntuales y comprometidos. Así que abandona a esos tipos destinados al fracaso y propone a sus amigos de la escuela, del barrio, a ser parte de su idea: un dream team, su dream team. “Coco” se haría cargo de todos los gastos y, además, en su Renault 12, berlina indestructible, transportaría a todos o casi todos los jugadores al partido. Así logra reunir a la base de aquel equipo: Manolo y Mauricio, como defensas, y de delanteros, un par de jóvenes que dejaron una estela de hombres caídos, driblados, vencidos, un par de cracks: Enrique y Gil Valencia. ¿El portero? Un titularísimo e inamovible “Coco”. Como admiradores de su juego nos sumamos, mayores en edad y mañas, el contador Carlos y yo: Luis Daniel Pulido. No hubo problemas, el buen Hugo me cedió su puesto y fui el portero de esos muchachos, sanos, que no tomaban alcohol, y que me invitaron cajitas de Kentucky Friend Chicken después de un juego (platicábamos en las jardineras de la Ciudad Deportiva). Cada partido era una fiesta, imposible no querernos como compañeros y amigos. Aztecas –ese equipo de futbol de salón al que llegué para ver los goles increíbles de Quique y Gil en primera fila, de sentirme arropado por esos dos jóvenes defensas: Manolo y Mauricio, de respirar esa luz futbolera que saltaba de todas partes, lo llevo en el corazón y está tan presente, que pareciera no pasó hace treinta años. Apunte: las edades de ellos eran de entre 18 y 22 años. Yo tenía 26 y el contador Carlos, 35 años. Y esté último, queridísimo abuelo, nos dejó una de las postales que un muchacho de 18 años como Gil Valencia, no pudiera creer: que un hombre alternara de mujer en cada juego. “¡No mames! ¿Se puede hacer eso?”, preguntaba. Pues no, pero nuestro amigo sí. “Coco”, como nuestro presidente y director deportivo le pidió, de favor, que se divorciara de la más callada, que era la esposa bajo la ley, y se decantara por la más efusiva para celebrar nuestras victorias, que era, en rol y presencia, la novia. Y sí, era más linda y nos echaba porras y cuando alguien hacía un faul grosero a uno de nosotros, encaraba al malvado agresor… ¡Cochino, hijo de tu p…!”, sentenciaba al que ya presentaba síntomas de parálisis facial por escuchar esa verdad que resonaba hasta el Cañón del Sumidero.
Gracias, Aztecas, por la oportunidad de jugar con ustedes.
Luis Daniel Pulido

martes, 16 de septiembre de 2025

¿VIVA MÉXICO? VIVA YO


 

Te reíste cuando te dije que no he escuchado
las canciones de Café Tacuba –quizá por algo de biología
o genética del comportamiento o porque, la verdad,
aún llevo en la boca –como si fuera goma de mascar–
las canciones de Van Halen;
una distancia, sí, de estándares y capitalismos
heteronormativos, incluso de peso,
me refiero a que tú me llamas “roquerillo”
y yo –miras por ventana de un bar porteño,
actriz de película de Sorrentino
Hoy que daré las gracias por servirle a mi país,
no más patria o muerte ni chiles en nogada
para la clase obrera,
que otros ondeen los pañuelitos de las agendas,
comienzo otro viaje a Ítaca,
a los remedios para la calvicie
y el whisky en las rocas
y sacar viejas playeras de las gavetas
Pero jamás a las canciones ni activismos
de esa banda de pastelazos patrios
Nos vemos después de los comerciales
Luis Daniel Pulido

domingo, 14 de septiembre de 2025

LO QUE USTED DIGA, SR. GOBERNADOR



En Chiapas no importa de dónde vienen los que nos gobiernan, igual sean acosadores, rateros o matones. Una vez en el trono, se convierten en ciudadanos de París o Berkeley, estadistas de alcances casi celestiales, un semidiós constitucionalista, un intelectual, un consejero jurídico, un humanista, la Madre Teresa, un santo que paga bien. Benditos, transformaron –impugnación del afectado, legitimización de medios de comunicación– a un sencillo "Zanja Negra" a un "Jaguar Negro", por aquello de los chistes y faltas de respeto a la investidura y porque, su primer bautizo social, la verdad, si convocaba a risa. Ahí van, pues, los billetes y bajen la cabeza ante su nuevo rey…

Luis Daniel Pulido

jueves, 11 de septiembre de 2025

ANTIGUOS TERRENOS DE JUEGO


 

Me acuerdo que fumaba Marlboro Rojos,
caminaba como pistolero por la Avenida Central,
Walkman Sony en la mano izquierda,
gorra al revés de Los Raiders –era un pitbull
en busca de pelea pero que cedía a la primera
mujer con playera de New Order
No aspiraba –como mis compañeros,
a ser coordinador parlamentario,
a líneas de tiempo donde son gobierno
Era yo cantando canciones de Iron Maiden,
un oso solitario, veleros de un barco antiguo,
Rime of the Ancient Mariner
Doy gracias a mi fe de perro con hambre,
al tercio de niños que lucharon conmigo
contra monstruos en las profundidades de los océanos,
al rock and roll –noruegos goleando a Moldavia,
que aún bailo como Mike Rutherford
y Phil Collins en Invisible Touch
Y mi madre me llama Tom Sawyer
Luis Daniel Pulido

UN HOMBRE TAMBIÉN ES UN OCÉANO


 

Mi relación con las enfermedades es como la de un avión supersónico que se estrella con un objeto inamovible, a un planeta con un manto de silencio inmenso. La devastación es un día normal: otra vez todo es roca, glaciares, pequeños fulgores, un oso ciego. No tengo respuesta a lo que me pasa, un día un poco de dolor de cabeza, fiebre, un látigo de fuego en los pulmones, un animal de dientes filosos en las entrañas, percebes amargos en vez de boca, un monstruo en el espejo, yo tirado en la cama. Así van cinco días, aferrándome a las paredes cuando bajo por un vaso de agua, a ganar esas pequeñas guerras para alimentar a los perros, a regar los cálidos árboles que deshojan los gatos cuando tienen hambre. Pero acepto y bendigo la enfermedad, el rostro deforme, lento y contemplativo de los hongos nucleares, como cuando era niño y era encerrado por violento. La imaginación camina hacia otros lados y es lo más parecido a los juegos pirotécnicos.

Luis Daniel Pulido

martes, 9 de septiembre de 2025

CARTA A LÍBANO (PARTE DOS)



 Para Muna D


He contado la anécdota a amigos muy cercanos: Héctor Cortés Mandujano, Miguel Carballo, Sonia Espinoza Corzo, a Sofía. Era un adolescente cuando la belleza me marcó, hablo de la tentación por la piel y sus abismos, a los incendios que traspasan los cercos del bien y del mal. Cuando uno arde sin saber por qué exactamente. Como todo adolescente de doce o trece años, era feliz con poco: jugando futbol con los amigos del barrio, con los nuevos que iba conociendo en la secundaria, con los que huían de las guerras del otro lado del mundo y con esos raros mecanismos míos de escapes de la realidad: un cómic, una serie estadounidense de tv, sentir la lluvia sin miedo a que me partiera un rayo, el pan de dulce antes de que el hambre me transformara en Alien, el octavo pasajero. Por cosas que pasan: mi casa estaba camino a la casa de mi amigo libanés de la secundaria: Samir Buchaín, su hermana –casada en esos años con un ranchero bigotón, me daban un “aventón” a mi casa. A veces, y quizá por preservar el patrimonio cultural entre naciones, me quedaba a comer con ellos. Y claro, a jugar futbol en el cuarto de mi amigo, aún con reminiscencias de la guerra y algunas radiografías calcificadas de los vuelos transoceánicos, y supongo que por ello mi amigo era muy delgado. La pelota, caprichosa por los universos nuevos y por falta de habilidad de esos dos jugadores chutando en una cancha improvisada y flanqueada por una cama y un enorme poster de John Lennon y Yoko Ono, se escurrió al cuarto de la hermana de Samir, que tenía la puerta abierta y dormía desactivada del posible y cercano fin del mundo. Entré al cuarto con los aspavientos de un joven enojado con su compañero por su falta de sensibilidad en los pies. Y ahí estaba ella, bellísima, con su silueta cubierta con una bata blanca, bajo los prodigiosos monumentos de mundos que ya no existen, frágil pero a la vez, como si todos los universos posibles fueran suyos, con la paz de una niña que acababa de nacer. De repente sentí vergüenza, y reconocí mi falta: tomé la pelota y regresé con mi amigo. Boté dos veces la pelota y se la pasé para que en esa acción, mi vida, que se acababa de detener en el tiempo, volviera a suceder, a moverse, a soltar el corazón hacia esa mujer que ilumina cada día y cada noche que la recuerdo. Han pasado los años y fui Steve McQueen, Robert Redford y Paul Newman. También Ubaldo Matildo Fillol. La vi de nuevo cuando la entrevistó Carmen Aristegui y hace unos días en la promoción de su libro, en su video columna: Ángulos del fraude. Y su belleza sigue intacta… el mismo mar a corazón abierto. Todas las revelaciones sagradas están en ella y lo supe desde ese día.
Luis Daniel Pulido

jueves, 4 de septiembre de 2025

NAVEGAR CONTRA EL VACÍO


 

Qué solo me siento –aunque en la revisión de los hechos,
nací así: con padres casi muertos,
en otro tiempo de devociones inquebrantables,
con un perro siempre al lado, un montón de tapitas de plástico;
debe ser por las cosas que imagino,
esas pequeñas plantas que renacen en la tierra,
los barcos empapados de palabras no escritas,
ese nudo de monstruos marinos en la garganta
Más de cincuenta años hundido en la profunda soledad,
de honrar la misma casa abandonada,
de cumpleaños que son vigilias interminables,
platos sucios, restos de carne,
balbuceo de insectos en el pico de la tarde
Qué solo me siento –la música y su danza de fantasmas
son lo único que me acompañan,
ese viejo disco de Bob Dylan, las despedidas dolorosas,
las cartas de amor, la lengua de los gatos
y su murmullo de bosque infinito al beber agua,
cristales filosos abriendo las arterias,
un pan partido a la mitad
Nací con la soledad como único perro negro
y guardián,
sin vivos y sin muertos ni pueblo que celebrar,
ciego compulsivo por la luz en el fondo del mar,
arados de corales, sal de los abismos,
constelaciones a las que nadie llega,
pez sin ojos –trino de cristales,
ese canto propio de la muerte
Luis Daniel Pulido
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; México 04/09/2025