Hubo un director alemán de apellido Fassbinder,
su Acht Stunden sind kein Tag Capítulo Cinco,
no éramos literatos ni abajofirmantes,
no faltó el caimán barbudo y su trova,
la obsesión por chicas de ojos verdes;
no sabíamos –no sabemos aún– de inclusión forzada,
amamos a Sarah Connor
Hubo vinito tinto, pescadores solitarios
en estepas de aguas oscuras y saladas,
el “miñón” francés de una novela policiaca
Sus piernas en mi cuello,
vinilos regados
Sus ojos verdes cerca de mis ojos negros,
nariz con nariz,
sí, amábamos el periodismo de largo aliento,
atrevernos a tanto
Tú bailando,
Divinyls I Touch Myself
Luis Daniel Pulido
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