Me has contado de tu niñez en La Habana,
los curadores, los galeristas, los argüenderos;
de la hora del planeta y la plaqueta del Parpalló
en Valencia;
y del backgammon y el hombre sudoroso
contra la mesa
Me has contado –acento cubano de por medio–
de Albis y sus inéditos;
de los fantasmas que se asoman en las coladeras,
de las luces diminutas a lo lejos:
el mar en algún lugar de México
Me has contado de las guaguas,
la metamorfosis de hombres malhumurados
que golpeaban la puerta con armas de fuego;
del flash de los turistas que asemejaba
los truenos de la tormenta;
de Albis, la poeta, que soltaba los platos
gimiendo el huerto seco de un infarto
Me has contado de la neblina más espesa,
el olor a ron de la filatelia,
los barcos antiguos, el marxismo académico,
de la periferia colonial de Varadero,
de las luciérnagas en la selva
Me has contado de los boleros cosmopolitas,
salones llenos de espejos;
de Albis, tu madre, al balcón en espera
de canciones de Armando Manzanero,
el Jardín de los Cerezos
Me has contado de los balseros ahogados,
de la rama que se quiebra,
el pecho del pájaro que se abre,
la pierna que se gangrena;
las apariciones de fantasmas,
lo que escribes: tu novela
Y te escucho y te leo noche tras noche
Luis Daniel Pulido
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