Qué solos estamos mi madre y
yo,
borrados de agendas de
teléfonos,
de marquesinas con grandes
letras
Extraña –me dice– el olor de
la canela,
el sonido del arroyo de su
pueblo:
San Pedro Buenavista, en
Chiapas, México
No sé si su pueblo exista,
si la iluminación hace a las
enfermeras más feas,
si los videoclubs nos llevaron
a la quiebra
Mi madre y yo estamos solos:
sin Navidad, fiesta de cumpleaños,
cafés en Starbucks
En Hong Kong –veo el
horizonte–
alguien apuesta a mi nombre
Algo tengo de boxeador
irlandés,
tics de
gánster en los dedos,
cicatrices desprovistas de
etiqueta
Mi madre y yo estamos solos y
no nos hace falta nada:
venderemos alfombras y
regresaremos a casa,
chance formemos una AC o una
fundación
para salvar pájaros africanos
de pico plateado
o serpientes en sepia de la
arena
No sabemos
Luis Daniel Pulido
4 de diciembre, 2013
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