Marianne
Faithfull
Quisiera
tener un poco más de entusiasmo,
dejar que
el zumo de la naranja –por ejemplo–
me irrite
los ojos y me haga estornudar,
alcanzar
estados placenteros con los cuales
no sea
necesario levantarse de la mesa
y poner,
entre corchetes, flechas o subtítulos,
las diez
razones por las que amo a esa mujer
que, por
desgracia, no viene de Finlandia,
de la luna
o el infierno
Encender un
cigarro como si ese acto
me separara
cinco centímetros del dolor,
de los
libros que no valen la pena leer,
del sol y
su anzuelo energético que el hotel
lleva a mi
habitación a las nueve de la mañana
Ya no más
Oklahomas al interior de la casa,
la página
tres del periódico, sólo la voz
de Sophie
Auster en el estéreo de un Plymouth
azul que me
lleva lejos de Collodi, Jonás,
el doctor
Simi, Kurt Cobain
Escribir en
el centro de una plaza de toros
hasta que
una cornada luminosa envuelva
mi cuello
con su bufanda de sangre y nada
tengas que
hacer tú ni tu dios ni el mar
que se
encarna en tus uñas cuando buscas
desesperada
a tu hija en la arena y las moscas
chocan
entre sí hasta ennegrecer tu faldita
amarilla,
los jardines que abandonamos
y todo,
todo, en un acto
Luis Daniel
Pulido
*Del
libro El apetito de los ciegos (en proceso de edición)
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