Tengo la misma edad de Hang Kang. Quizá yo sea más grande
por meses o días pero somos, podría decir, de la misma generación,
una generación a la que llegaron primero los argentinos,
desde la educación pública y universitaria,
lo hizo Sun-Me Yoon, una coreana emigrante
Hang Kang, de mi misma edad, ganó el Nobel,
a mi amiga en el Hotel InterContinental de Monterrey
le robaron sus anillos que olvidó en una mesa,
yo fui a correr a pesar del dolor físico,
mi francés es lamentable y he dejado las clases,
pero Han Kang, de mi misma edad, ha ganado el Nobel
Hace tiempo que no me da la luz de las calles,
de las ciudades grandes,
que no platico con mis amigos,
me acomodo en los ejemplos prácticos:
leer y escuchar música,
pues extraño a los muertos,
extraño conspirar contra el sistema,
ya sea de forma ingenua:
pegar en las calles fanzines
con un manifiesto
Pero a veces, como dicen que hacen
los que estudian a los griegos,
“camino más despacio y no expreso mis sentimientos”,
apegándome a lo que dice Han Kang,
que ganó el Nobel y tiene mi edad
Mientras camino y me pierdo en un pueblo
olvidado de Dios y los rascacielos y las bibliotecas
donde una vegetariana sueña ser una planta
Quizá hoy bloqueen una carretera
o linchen a un ser humano
Hang Kang, de mi misma edad, ganó el Nobel,
y yo apenas pude correr veinte minutos
y tengo treinta pesos
y creo que así es esto de la derrota
Irse a la cama sin nada a las diez de la mañana
Luis Daniel Pulido
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