miércoles, 11 de julio de 2018

AMARRE TAPATÍO




Ella me convidó de su torta ahogada,
la placa de Cocos de su salsa,
la carretera principal a su planta de chiles

Y picaba –yo lo vi– la cebolla con los ojos cerrados,
el delantal con pentagrama,
una aureola en llamas

Vi pues un pueblo fantasma,
una vieja película del oeste,
el frío (uy) del Himalaya

Ven con mami –me dijo

Y no pude negarme

Luis Daniel Pulido

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Cómo te digo que no me gusta tu música,
la gesta norteña los cantautores chiapanecos,
las cantinas que frecuentas

No soy filántropo ni se me da la belleza
como idea; así que ni tolerancia ni dicotomía,
el top ten interdependiente

Cómo te digo que no me gusta tu música,
sus espejos de violencia,
las ridículas escenas finales:
la euforia nacionalista por el narcotraficante

Y acepto las etiquetas: clasista, sociópata
y mamón

Así que ve, baila y grita “que siga la banda”,
que yo –serigrafía básica– imprimo
mi nueva playera de Motorhead

Luis Daniel Pulido

martes, 10 de julio de 2018

TENGAMOS UN CHILPAYATE (YA ESTOY GRANDE)




Es un hecho: nuestro amor
–que tiene calle de enfrente,
dos buzones postales–
es enorme:
tú me extrañaste –me fui de gira
a leer poemas–,
y yo te envié mensajes:
“Gina, amor mío, comí mucho
plátano frito”

Y es que sé que me amas
–o me quieres mucho–,
que no puedes aceptar
o creer que en segundos
el amor sea luminoso,
una metrópoli de autos
deportivos

Que sea –te llevo quince
años– el ejemplo más sexy
del hombre moderno:
playera negra de Nirvana
un mes sin rasurarme,
pancita cinco centímetros
a tu derecha

Es un hecho:
qué bien te ves a mi lado
dicen los dragones,
tu vecina, los de Iron Maiden,
los diarios de Guadalajara
esta mañana

Soy el hombre, Gina, lo soy

Tengo el mundo en mis manos:
pecho para las balas
un pan, algo de hambre,
una malteada

Y me puedes tomar una foto

Luis Daniel Pulido

martes, 3 de julio de 2018

NO VOLVERÁN TUS HUARACHES A PISAR ESTAS CALLES




No volverán
–ni las oscuras golondrinas,
el fantasma de López Velarde,
las tienditas de las esquinas,
la clave morse: Telégrafos Nacionales

Y no volverán
–tu carta viene de cabeza–
los gángters, Eliot Ness,
Álvaro Mutis: nos vamos a comerciales

Y no volverán
–no culpo a nadie–
los pactos con el diablo,
la reina del keroseno,
el autocinema

Y mi voz se apaga:
una mujer muy bonita
me elimina de Facebook
y ya no necesito megas

El teléfono que usted marcó
no está disponible o se encuentra
fuera del área de servicio
–dice la voz
más despiadada de todos los tiempos

Pinche Marifer –apenas y digo

Luis Daniel Pulido

domingo, 1 de julio de 2018

ROBERTO BERNAL: UN EXTRAÑO EN LA MULTITUD


Foto. Roberto Bernal


La fotografía contemporánea –como la poesía– sujeta su libertad al protagonismo: historias breves y particulares de fama. Y es regla, eso me parece, la disponibilidad a hacer círculos de complicidades a condición de tenerlo todo: “likes”, comentarios, “retuits”, un nombre y un lugar libre de las devaluaciones propias de la Red: las voluminosas migraciones a escándalos de los que no serás parte. Guetos que tarde o temprano compartirán el mismo destino: el olvido y el anonimato.

Sin saber distinguir ni diferenciar las perspectivas ni las pretensiones ni ninguna escuela o influencia, todo es tragado y vomitado por las masas y el dominio público. Saturados de convenciones e ideas generales, se imponen las reglas: igual se finge una emergencia, igual se finge una democracia.

En ese océano oscuro de voces correctivas, ávidas de reconocimiento y gritonas –altares de la corrección política, santuario de bastonazos– me detengo (pericia que me aísla del flujo del mundo) y veo una foto: en ella la tierra, la cosecha, el espectro radiante de un sol tímido que se filtra ante la lluvia inminente, el continuo acercamiento a la nostalgia, libre de la soberbia del fotógrafo y su necesidad de protagonismo y no como apuesta de transparencia imaginativa.

El mundo sí se detiene, a veces, y no en función de las redes sociales. Doy fe de ello viendo una foto, bajo la sombra de una casa que no conozco, frente al autor de la foto que sí conozco: Roberto Bernal, mi amigo que procura el silencio para perderse.



ROBERTO BERNAL: UN EXTRAÑO EN LA MULTITUD


Las hojas fingían la postura pálida de la tarde. Pero la luz las traspasaba: torcían la dirección de su movimiento. Atrás de ellas circulaba el aire del huerto, mientras imaginaba el caer del mango, su aproximación verde de primavera, y las lluvias que harían su cáscara amarilla.

Roberto Bernal

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La fotografía de Roberto Bernal no se circunscrita a los apremios de hacer arte, folclore, pueblos mágicos. Evita el centro y camina al margen, a un lado, en la periferia, como ruta de supervivencia y no de lamento y pobreza, enfoques que, seguro, dan premios o becas. Robert Bernal asume elementos de retracción con el fin de generar un espacio a unos metros de un limón o de un hombre que ara la tierra, de cuyo interior subraya silencios en un mundo que va demasiado rápido. Para Roberto no son importantes las representaciones, sino el atrincherarse con los ausentes, honrar a los amigos. Y mirar más allá de lo siempre visto, evitar el continuo acercamiento, la sugestiva indiscreción y bulla del fotógrafo como protagonista. No hay en él la disputa encarnizada del fotoperiodismo, el espejo de la impostura y la soberbia. Es su fotografía un relámpago emocional que, ganando parcelas, no apunta a sacrificarse ante los altares de las redes sociales.




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Su fotografía, pues, no es el martilleo desolador de un país que se derrumba, ni el “laberinto de la soledad” de una visión mesiánica, tampoco un acto para la aceptación y el reconocimiento ni un modelo de denuncia. Él transita por caminos que se suponen cerrados: el de la intuición y la paciencia. Y como lector de Rulfo, hace de la fotografía el acto sencillo que lo aleja de los aspirantes a genios de tiempo completo. Y nos hace saber que la fotografía, efectivamente, tiene que ver más con Rulfo:


–¿Qué es? –me dijo.
–¿Qué es qué? –le pregunté.
–Eso, el ruido ese.
–Es el silencio.


Y no con la producción de escenarios, esa cuota temática disfrazada de proyecto, y que nos satura de participantes, imágenes y ruido. Y en un mundo donde todos somos dados a convocar públicos, destaca, el hombre callado que se pierde en el monte.


Llueve.


Luis Daniel Pulido