lunes, 31 de mayo de 2010

YA NO ESTAMOS EN KOSOVO, CARIÑO


Volver a tocar tu piel,
contar los años –Pearl Jam,
tu hija, exitosas series de tv–,
y coincidir que el amor sí
es un negocio rentable,
herramienta del tiempo
que apenas cumple algunos siglos
y nos da la oportunidad de comprar
discos en Mixup y libros bajo la cama.

Besarte y ser estadística en Google,
renovarse desde el reloj o la cafetera,
irnos al trabajo y por las tardes reunirnos
en el garage para tocar canciones
de Ramones o Metallica.

Fugarnos al motel y con ello
sentir que rompemos con el gobierno,
que cuando hacemos el amor
descubrimos nuevas leyes del movimiento
y la gravitación universal,
que nos guardamos el secreto
y no le enviamos el mail a Newton

(Newton, donde quiera que te encuentres,
saludos)

Marcar a recepción,
hacer un ajuste de cuentas,
caminar esas pequeñas callecitas
para llegar a otro cuarto ya que nada
es imposible en tu belleza: así le ponemos
espíritu al jacuzzi, caramelos sin envolturas,
conversión de kilómetros a millas.

Volver a amarte en una cama donde
decimos “buenas noches” a Jabberwocky,
Alicia, Borges, Moby Dick, Cortázar,
Sherezada, Buster Keaton;
y donde me prohíbes las cocacolas
y las comidas altas en grasas.

viernes, 28 de mayo de 2010

LA DOLCE VITTA


Quisiera toparme un país, una patria,
no forjarla. Evitar la parafernalia,
el Cromagnon Ibérico,
el marketing de disidentes,
populistas, inconformes y flojos.

Imaginar que las ambulancias
lanzan frisbees, confeti
y no militares, nodrizas,
minorías sociales.

Quisiera que los grumos de sangre
en mi barba crecida sean la ciudad que construyo,
que camino y no la piedad –falsa piedad– de los gozosos
en verde, blanco y rojo.

Conversar sin posibles habitantes contados,
sin aleluyas y vivas, picar –a propósito de los libros
de historia– los ojos del México lindo y querido
y ver pasar el tiempo en una ración diaria
de cereal y fruta.

viernes, 21 de mayo de 2010

UN DÍA DESPUÉS

Foto: El poetaurbano

He estado saliendo poco a poco a la calle;
ayer llegó mi amigo Beto y dimos vueltas
en su auto. Pensé en ti y mi corazón
tomó los derroteros de una novela erótica;
evité los subrayados, los aspavientos literarios:
yo sólo escribí –entre los goles del Santos Laguna,
Modelos que se bebían de un sólo tiro y cacahuates
regados en los asientos como catarinas de Kensington Gardens–
que te desnudo y no rompo ningún plato, aún cuando mañana
me despierte –por el sabor de tu boca en mi boca– dispuesto
a incendiar un palacio. El amor es así: luz que se filtra y nos toca
con sus patios y bahías.

sábado, 15 de mayo de 2010

¿Y SI TE REGALO UNA SOMBRILLA?

Ilustración: Pilar Aranda

A Dámaris Disner


Ayer llovió –y llovió bien fuerte–;
el olor a pasto y un niño enjabonándose
en la azotea me parecen un bonito
sueño. Quisiera que ese sueño llegara a ti
como un beso a tu mejilla.

Supe, a eso de las dos de la tarde,
y por Nadia Villafuerte,
que tu mamá murió.

Ayer llovió y vi caer un árbol,
la vida misma en las manos
de una desconocida
–¿Se siente bien?–
fue todo lo que escuché.

A las cinco –Héctor, Nadia y yo–
teníamos una cita: llegué con la nariz
manchada de tinta, señal inequívoca
que ya no quiero ser un polemista,
sino el niño que te enamoraba
con el factor “futbol americano”.

No iré a verte a Tonalá,
ya no somos amigos y de mi vudú
sólo queda un bracito, me dijo Héctor.
Tampoco buscaré consuelo en la Biblia,
me pintaré de apache para gritar
bu-bu-bu-bu alrededor de un libro
y que el Gran Manitú haga de mis lágrimas
ratones traviesos y así me quede contigo,
en tus pies, sin que te des cuenta,
hasta que te duermas.

Y no, no te tropezarás con mi larga colita,
y tendrás Sky gracias a mis grandes orejas
y te compraré una sombrilla porque en Chiapas
llueve bien fuerte.

(Lo siento, Dámaris, lo siento mucho)

jueves, 13 de mayo de 2010

PERO NO EN CHIAPAS


A la memoria de Dana (allá vamos)


Incendiemos al pie del árbol viejo
los hermosos muebles de madera
(con todo y odaliscas, bacantes,
martinis secos)

Incendiemos las horas de talacha,
el último tranvía de puertas abiertas

Incendiemos lo que hicimos el día
del ataque a las Torres Gemelas:
el 69 como familia amorosa

Incendiemos los domingos de enero
y pintemos en la pared “los matrimonios
de izquierda no pagan deudas”

Incendiemos las cosechas cargadas
de Dios te salve María, al lobo perdido
en el bosque

Incendiemos ese himno de piel reticente,
de serpientes bajo las piedras

Incendiemos su Asociación de Hoteleros,
su trillón de poetas restantes,
a sus puercos, a sus conejos

Incendiemos el Espacio giratorio
y raspemos con espátulas el fuego

Reconstruyamos nuestra casa
en un limón, en las reglas de boxeo,
en el jugo de zanahoria,
en una caja de zapatos vacía
pero no en Chiapas, jamás en Chiapas

Incendiemos el resto:
la pelota ponchada,
la tarta de piña,
una nube de matarrayas

miércoles, 12 de mayo de 2010

PULSI YA NO ESTÁ EN NUEVA YORK


Para mi amiga Pulsi, que no se olvida de mí


A las nueve de la noche suena el teléfono,
veo el cielo y contesto (en el estadio Jalisco
la iluminación terrosa de los relámpagos
acompaña al portero de las Chivas,
que ataja el penalti); gracias a la media luna
de un Nokia destartalado escucho la voz
de Pulsi Davis, mi amiga de hace (ya)
trece largos años.

Ella no se olvida de mí, exhala suavemente
los kilómetros que por el mundo ha recorrido:
ya no es el fuego que la salva y condena de la Argentina,
ahora es Nueva York, tan lógico, real y vanguardista.

–Te traje un regalo– me dice;
y como sucede con todas las cosas
que me hacen feliz, de un tirón
me libero de tristezas y agobios.

Por mi temperamento, más de una vez,
ella lo sabe, mi corazón se ha estampado
de frente contra el parabrisas de huesos
(mi enorme caja toráxica no es la de un poeta,
sino la de un tacle defensivo).

Pulsi siempre me dice que la vida
es el barro con el cual se hacen
las piñatas. Que busque un palo,
que ella me canta “dale y dale”.

Pulsi –que la última vez que nos vimos
me invitó a un restaurante griego–
me dio su palabra de estar en la presentación
de mi libro.

Antes veremos una película,
marcaremos nuestras huellas
dactilares en un ciruelo
y nos tomaremos una foto,
de esas con números en el pecho
y lanzando retos –como si ambos
fuéramos hijos de El Santo–
a los policías americanos.

–¡Ah, par de güeritos, éstos! –
diría su mamá desde Playa del Carmen.

martes, 11 de mayo de 2010

ME QUIERE, NO ME QUIERE



En estas tierras
–como bien dice Nadia–
el único poeta maldito
es el calor

No tengo casa,
esa impronta de recuerdos;
tengo –eso sí– que ganar
a pedradas un poco de fe

No es un secreto que Dios
se llama Aladino y te da caramelos
en un racimo de piedras:
la bala que hirió a Lenin en 1918,
calles de luz al final de cada escrito,
dragones que hacen de pan a los hombres,
árcanos de guerra pintados en los muros

En un exceso de luz
(ustedes saben, el corazón
tiene mucho de burlón y festivo)
me mandaste a deshojar los momentos
compartidos

La idea era que me dieras
una margarita, no un cerrón de puertas;
en fin, qué importa, en La Habana me esperan
un par de bailarinas de ojitos azules

Habrá que decir que el amor no es perfecto
ni rutinario, te pellizca los labios a manera
de obtener un gesto, un puchero taoísta,
un andamio de pajaritos

Ya sabrás tú si a partir de esta idea
vas por las verduras a la cocina
y de una vez por todas me haces
mi caldito, señorita

Oficinas de la CFE; Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; México

lunes, 10 de mayo de 2010

LADRÓN DE CORAZONES


No estás solo, estamos solos
Nadia Villafuerte

–No estás solo, estamos solos– me dices
desde alguna calle de la Ciudad de México;
y brillas como en la prepa, sin Dickens y Stendhal,
sin las líneas aéreas de la novela posmoderna,
sin los hilos que te desnudaron sobre el lienzo
de un teatro entre sábanas con el fervor de aquél adolescente
que aún memoriza sus clases de literatura después de tirarle
dos dientes al psicoanálisis, después de tallar con sus manos
un blue jeans de caricias a la virgen de Guadalupe porque
eso sigue siendo lo más divertido en el día de las madres
y no hablar de lo bonito que es México en tus cinco
horas de vuelo a Estados Unidos.

Recuerdo tu figura espigada en el concurso de belleza,
mi temperamento de quarterback y los jovencitos borrachos
que se acercaban y me decían que el universo se expandía
en tus nalgas; a tu maestro de español, tu favorito,
y que ya alguno de tus biógrafos acusa de “pinche macuarro”.

Yo sólo pienso que es un pésimo jugador de futbol,
de lo contrario cabrían mil especulaciones sobre
si son celos, racismo o simplemente un mensaje
autodestruyéndose y cuyas indicaciones siguen
siendo un secreto.

Es cierto que estamos solos,
que un vampiro disfrazado de poeta
te clava los colmillos y finge en los mensajes
de texto ser un caballero andante,
y todo porque el amor a veces se trata
de ganar dinero fácil: tú me compras
un pollito frito y yo al morder las alitas
te prometo amor eterno.

Mi nombre es Judas…Judas Priest
y rompo la ley

Rompo la ley
Rompo la ley

Pum, pum

Rompo la ley
Rompo la ley

Pum, pum

viernes, 7 de mayo de 2010

DE MAR Y ARENA

Nadia, escritora; Luis Daniel, metiche

A Nadia Villafuerte, por nuestra amistad, que sigo siendo una fiesta


Si con alguien he discutido es con Nadia,
y lo hemos hecho sin concesiones,
de ahí que en cada batalla
–y como si metieras lo que piensas
en una fotocopiadora– imprimes
en miles de hojas las palabras
“Uh, te odio, Luis Daniel”

Me han contado que llenas
de papeles tu departamento,
que me pintas cuernos,
bigotes, perros masticándome
un diente, circuitos enrevesados
de la Ciudad de México

Y pasan los días, días tristes
con rachas de viento y lluvia;
sin mails, sin un poema de esos
donde debuto con suerte
y cuya ternura te obligan,
otra vez, a aguantarme

Ha pasado el tiempo y gracias
al fut no soy crítico literario,
ni tengo espacio para guardar
tantos libros, los cinco (de siempre)
que me regalas y me quitas

Hoy en ese hueco hay discos,
agendas de la NFL,
los cristales donde picábamos
cocaína para no ser infieles
al menos en un par de rayas

Hoy amamos a otras personas,
y si bien algunas veces nos centramos
como lectores eventuales de nuestras vidas,
los años nos han regalado recorridos alternos
donde la amistad –ese monstruo con cara de tonto–
llena de olor a galletas estos breves poemas
de mar y arena

jueves, 6 de mayo de 2010

MUJERES ALTAS, HOMBRES BAJITOS

A Mayo, que me pregunta qué hago cuando no estoy a su lado
A Paquito, que me permite contar esta historia (y a Melissa, por supuesto)



Ella se llama Melissa y es cajera
de las Farmacias del Ahorro.
Tan alta como pudo, argumenta
muy bien sus 1.75 aún con zapatos bajitos.

Mi amigo me pidió que le escriba un poema
y le hable de él como el aleph o zahir
de la llama que ilumina de libros
la antigua Alejandría, pero sin desparpajo
y frente a ella me pregunta
“¿André Bretón es futbolista?”

Melissa, de todos modos,
es una apasionada del TV Notas.

No sabemos –mi amigo menos
y creo que no le importa–
cómo llegó del Kremlin
a la pequeñita colonia choferes
con su axis mundi y cajita
de interlocutores.

Melissa y mi amigo no se conocen,
pero este poema de eso trata:
Yo, Cyrano, escribo;
él hace suyas mis palabras;
ella nos cobra y pregunta
“¿Traen la tarjeta ahorro?”;
yo digo que no y pago;
mi amigo no llega a la meta anhelada
y confiesa “soy muy chaparrito”.

Melissa hace un gesto y me ve a los ojos.
En ese mismo instante un diablito
con su playera de los Sex Pistols me dice
“Tú, de puntitas, sí le llegas, me cae”

Pero no, no le haría eso a un buen amigo.

Sin embargo no aguanto decirle
“Pinche chaparro, búsquese una
de su tamaño, no chingue”,
a manera de puntapié e imitando
la voz de Pedro Infante.

domingo, 2 de mayo de 2010

SOY UN HOMBRE FELIZ


A Mayo, dueña de esta bonita canción de amor


Hemos pasado juntos grandes tardes,
abrazados y jalando la hebra sin nubes
de un hospital, preguntando a los indios
apacheschiricahuas el secreto para matar
mosquitos, sumando mi pequeña colección
de besos.

He sido y sigo siendo un hombre feliz
a tu lado, a veces malhumorado e inquieto,
a veces tímido como el Hombre Araña
frente al reloj de arena.

Feliz desde nuestra primera cosecha
en el café San Carlos, cuando te tomé
entre mis brazos y los peces que había
subido al barco saltaron por todas partes.

Me puse triste cuando la ventana
del adiós, hasta pronto se abrió
lentamente y se asomó esa ciudad
de donde vienes y a la cual regresabas
por dos semanas.

Te extrañé, por supuesto.

Supuse que en tu pancita
habría un tesoro enterrado;
pero tú me gritaste que no,
eran cólicos menstruales.

Y te ofrecí el tecito más poderoso
de la Tierra: agüita de coco rallado,
pero tú me querías morder una oreja.

Ese día estuve callado,
era el asaltabancos condenado a muerte,
el cristal roto de un Valiant blanco.

Al otro día volvimos a platicar
como si nada. Me explicaste
que eso pasa cada 28 días.
Yo te liberaré, al menos 9 meses,
con mi súper esperma, ese que lee
novelas de Vargas Llosa.

Tú reíste y me dijiste “¡Canijo!”

Ayer discutimos y fuimos soberbios
hasta para decidir caminos.

Aventé al lado contario de donde
se dirigían nuestros corazones
el teléfono.

Amanecimos, pues, con el cumpleaños
de Cindy y navegando.

Nos reencontramos como a eso de las siete
de la mañana bajo el mismo paraguas
de flores blancas.

Y te besé y te abracé y comimos pastel.

sábado, 1 de mayo de 2010

CONFESIONES A RAS DE WHISKY*


A Mayo, a quien le veo sus ojitos (y sus piernas)


Un día uno se levanta sin vocación y oficio,
bebiendo de la botella whisky o ron,
diciendo pss, pss al perro que no se tiene
pero que dentro de esas rarezas bibliográficas
se aparece y te mueve la cola.

La vida –en lo particular– no es ese gran número
de libros que has leído, ni la mezcla de azucares
y proteínas, constructores temerosos de la inocencia
y la sinceridad; es ese arrebato que nos vuelve
sospechosos de crímenes y robos.

No creo en los hombres de buen corazón,
en los arrepentidos que mordieron el hierro
y hoy con aire de iglesia o convento le dan palmaditas
a cuanto hombre se encuentran en los pasillos
como si escondieran entre dientes coartadas
tan severas como el saber la fecha exacta
del Juicio Final.

No creo en los cordones sanitarios de la inteligencia,
ni en la paloma trinitaria del underground,
la contracultura, en la muerte y resurrección
de lo indie: en lo “independiente” y su aparato
policial de revolución y censura; creo en las mujeres
que se quitan la ropa y tienen coñac en la sobremesa
y ven el fin del mundo sólo cuando toreo
o me lanzo en paracaídas.

Un día uno se levanta borracho
y le pide a la alta corte celestial
–que es esa mujer que vino de Tijuana
para enseñarme sus piernas–
me cambie las almohadas
y me bese y con ello reconstruya
la línea divisoria entre el bien
y el mal.

De paso me quite el dolor de espalda
y llene de caramelos la canasta.

*Escrito bajo los acordes de Gliceryne, de Bush (la banda de rock, no el ex presidente idiota)