miércoles, 27 de octubre de 2010

LIANG CRISTI Y YO


La recuerdo muy bien porque hacíamos muchas cosas juntos, desde disfrazarnos de planetas que, dependiendo de la rotación de la Tierra, brillaban implacables en literas, hasta de guías que llevan a su pueblo a la gran misión histórica de comer cerezas cultivadas en Marte.

La recuerdo muy bien: su mamá (leer Pollito Card*) hacía las más ricas tortas de ídem sancochado, y sus vecinos –amantes de los deportes prehispánicos– llamaban a su equipo de fut Chamulas Pagüers (no confundir con los Powers Rangers).

La recuerdo muy bien, siempre bonita liderando la escolta o debates de la escuela, y que vivimos a unos pasos de la Alameda.

Recuerdo su viaje a la ONU para solucionar la crisis de alimentos, las vueltas a la esquina para darnos tres besos, las veces que subimos a árboles de eucalipto para darles recaditos de la buena suerte a estrellas fugaces.

Recuerdo el ¡yija! al montar bicicletas en cielos abiertos que jamás permitieron ser calles o avenidas, acaso una postal, una fotografía, el horizonte que nos reinventa.

Recuerdo sus ojos tristes, los ícarus de agua salada que resbalaban por sus mejillas, las redes que desde su mirada lanzaba para atrapar peces o los milimétricos compases de los mares europeos a donde viajábamos a cada rato.

Recuerdo que nos negamos a contener la respiración bajo las profundidades del océano que abría las ventanas, los cuadernos de notas que jamás pasamos en limpio y permanecen con rayados y tachaduras como si amarse nunca pasara de nuestra primera clase de esgrima.

Recuerdo que juntos vivimos los mejores años, y que por ello no la busco en historias de fantasmas, sino en los buzones de los libros que leímos ese año que una tormenta gigantesca se apareció bajo las almohadas y aprendimos a hacer el amor para protegernos, para reescribir –donde quiera que estemos– la versión definitiva de la historia.

Ayer, alguien dijo: Que Dios los bendiga.

Y así escribí esto.


Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; México. Octubre 27, 2010


*Libro editado por la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas

martes, 26 de octubre de 2010

MADRE E HIJO (CANCIONES TRISTES DE DUBLÍN)


Quiero mucho a mi mamá. Por algo, ya sea certeros recortes en estos ojotes sin proyectos modernos de energía o simplemente por lo que dicen los doctores, no le alcanzo algunas cosas que pide: una buena película, un dedito que haga magia, el canto de los pajaritos en el patio.

En las mañanas corremos a ganar una plaza para vender polígonos de dulces, chilitos que te hacen brincar a 300 kilómetros por hora, almendras con sabores que de verdad son de avalancha.

En las tardes, los dos empezamos a perder la memoria.

Caminamos entre dos camas desvencijadas, la mesa donde coleccionamos postales de Nuestro México, un enorme barco de luces apagadas y el reloj que no funciona desde que conserva, para sí, su biblioteca de islas en un folleto para turistas que no vienen.

Olvidó que las playas, en esta casa, desde hace tiempo, nadie las visita.

No importa. Con las manos podemos reemplazar albas costeros por fuegos artificiales que al día siguiente, a la misma hora, nos levantan.

Mamá me pide pan con leche, o me lee un correo electrónico, de los que envían los lectores; también me pregunta si las monedas que juntamos alcanzan para comprarle un buen tinte, ya que en la ciudad donde vivimos se vino la gran epidemia de canas.

Me pone contento que reconozco el sonido de su bastón partiendo en dos el gran ataque aéreo de mosquitos y abejas en esa plaza donde vendemos dulces como madre e hijo.

Mañana, mamá, lo sé, volverán los buenos días.

Hoy duerme. No tengas miedo.

Papá ayudará a derrotarlos.

lunes, 25 de octubre de 2010

DOS NIÑOS BAJO LA SOMBRA DE UNA BABEL DE NUBES BLANCAS


Hoy les voy a contar una historia bien bonita,
de dos niños: él con las manos astilladas
por mantener –en pie– su casa de madera;
ella, con su huesito de nuez que también
llamaba “bunker”.

Ambos tenían pijamas azules,
señal de las buenas cosas de la vida
(la tía Jenny, de New Orleans, las compró
en oferta) esperaban la noche
como si ésta fuera el gran cuarto
de visitas.

A veces, descalzos, corrían
de una gran bestia marina,
de los días agónicos que deja
la guerra.

Él siempre adelante como el Gran Capitán
frente a mares de piedra blanca.
Ella, con los bordes de su falda,
ahuyentando a cuervos que salían
volando con un pedazo de costilla
roída por los perros vigilantes.

El miedo, sí (decir lo contrario
no es lo correcto)
se sentía.

Se compartían etiquetas adheribles
recortadas de raíces, también de medusas
petrificadas de alguna revista británica,
o de la parte de agua más caliente
de un hoyito que pisaban sus pies
en arenas que ya no eran blancas:
eran marcas de tanques,
jardines que nunca dieron flores.

Sin embargo, él y ella, con la ayuda
de satélites o Dioses, escribían
en los muros desgastados de las estaciones
el mismo deseo que puntualmente se cumple:
el de estar juntos y guardando el secreto
del porqué esta es una bonita historia:
Nunca tuvieron casa, pero sí un sofá
y un paraguas con los cuales siempre
se deseaban bonitos sueños.

Y así, de nuevo, empieza esta historia…

viernes, 22 de octubre de 2010

HISTORIA DE UN POEMA BREVE

Foto: El tapacholos
A Victoria M. por la transfusión de sangre que salvó la vida de Spider Man

El sábado leeré textos de una banda sonora
que va por la libre. Ojalá, el tiempo y la visión
particular del teatro, me permitan lo que quiero
hacer: hablar de las pequeñas cosas que son
parte del día, de la prótesis de fibra de carbono
que uso en los ojos a contraviento de los trayectos
en autos que conduzco y van a ninguna parte.

El sábado leeré para ti; prometo darle cuerda
a otras historias, parpadear –entre texto y texto–
enormes sombras de árboles que se deshojan
y desaparecen, poco a poco, en tu amor
por las naranjas de Castilla.

Vicky: No creo en los poemas hondos y profundos,
prefiero el polvo en las vitrinas, eso que me da la seguridad
de que algún día estuviste aquí.

LECTURA DE POEMAS-ROCK, EN LA PUERTA ABIERTA, EL SÁBADO 23 DE OCTUBRE, 2010.
CUARTA NORTE ORIENTE 542, TUXTLA GUTIÉRREZ; CHIAPAS
OCHO DE LA NOCHE

LUIS DANIEL PULIDO, CELEBRANDO LOS DOS AÑOS DEL POPOTITO 22

martes, 19 de octubre de 2010

EL LUNES OPTIMISTA DE SPIDER MAN

Foto tomada del blog: http://unlimitedvialibre.blogspot.com/

He cambiado mis lecturas de Cioran
por el especial de Charly Brown de los años 70,
por el sonido que provocan los textos literarios
cuando son como la lluvia que se resbala
en las alcantarillas y hace que mi casa de adobe
persista, lejos, de metrópolis hipócritas,
en encender –a pesar de la humedad–
el fuego que respiras y germina en flores
en la plaza de San Marcos en Venecia.

Existen problemas técnicos,
los normales diría: electrodomésticos
sexistas que hacen torpes a los hombres
fuertes como yo; o las puertas doradas
de las palomitas extra mantequilla que,
maldita sea, no puedo comer por la dieta,
algo parecido a la Biblia o el Islam
en los estados modernos o llenar de nudos
imposibles mi carita con hambre.

He cambiado las carreras de fondo
en ensayos, lecturas, poemas
por las caricaturas, esos pequeños dioses
que no ponen serpientes en los árboles
ni las formas más extremas del amor
y la redención.

He decidido caminar descalzo sobre la nieve
en Nogales, tu ciudad que desdibuja sus contornos
y flota como un iceberg en alguno de los hielitos
que hay en mi vaso de whisky y acompaña
mi riquísima sopa recalentada.

Todo está claro: El amor y la vida
se trata de remontar horizontes.

Y por ello debo comer bien.

domingo, 17 de octubre de 2010

VICKY PRINCESS (DESPUÉS DE UNA FUNCIÓN EN TOKYO)

Foto tomada de: http://unlimitedvialibre.blogspot.com/

Hay quien dice que debes adelgazar,
y no entiendo; veo los helechos
que crecen en los muros pero el arte,
princesa, no apela los veredictos
de los directores de teatro.

Y ni aunque estemos juntos
–me refiero a los guiños
que encienden lámparas–
lo más importante para mí
es no despertar del sueño
y de sus ámbitos azules
donde navegamos y te corono,
bellísima, en el Caribe soleado
o tormentas septentrionales.

Hay quien dice –y cita a Artaud o Steiner–
que la belleza parte de una educación
científica, un extremo de la rabia, la certeza,
el punto, el rencor social.

Pero yo te veo, bonita, manejando tu bicicleta
roja en la Shanghái de los años treinta;
y te corono con un brillante origami de estrellas
mientras te tiras al sol de un planeta con servicio de bar
y puertas de emergencia y nariz roja con aurora de olas
que siguen su camino.

Hay quien dice y dice muchas cosas:
en las calles o carteles rojos,
en la revista Quien, en las lucecitas
navideñas, en Constanza, en Chagall,
en la mujer de Lot.

Yo digo –y te lo escribo hoy como los ángeles
pervertidos que perdieron las alas cuando usaron
Kelvin Clain– que eres la princesa más bonita
que he visto esta noche que amanece en mi corazón
pintado en una servilleta cuya pólvora lo lleva
a Salisbury o a un ventilador que se enciende
y dispersa a un montoncito de mariposas.

Después de la guerra, princesa, el desierto
donde no dormiré contigo.

sábado, 9 de octubre de 2010

NO TODOS LOS HOMBRES HABITAREMOS LA LUNA EN OCTUBRE



A mi amiga Claudia, de Paraná Entre Ríos, Argentina


Me pregunto –y para ello no me voy a la Grecia clásica–
si tu ciudad concede tierras a los náufragos
o prevalece como un pueblito donde mujer,
hijo y padre no llaman a los extraños enemigos;
y en los cines, los sábados, la película que se exhibe
nos permite el bien común, un beso chiquito,
un abrazo que trace el vuelo de un avión
sobre el piso cuando se apagan las luces.

No puedo definir, entre bambalinas o desde la luna,
si los dos ríos que atraviesan tu ciudad subrayan
orugas o conejos personales, un dinosaurio
que vive en el centro de la Tierra

Puedo decirte que te quiero y que lo más lindo
que hago por ti es seguir y atrapar a los ratones
que pasean por el supermercado.

Me pregunto si tu ciudad
–proyecto solitario, geografía indefinida–
es algo por suceder, el hambre que pasé de niño,
el pozo sin estrellas, un círculo en la arena.

Puedo meter los dedos en las tortas de azúcar,
deletrear Argentina como un simple juego
de pingos para contarnos historias, por ejemplo,
del mar que baja en tu cuello y cae al piso
y asusta al gato.

Somos, inevitablemente, semillas de trigo
atrapados en la telaraña que lucha contra el tiempo
mientras el amor, como dos niños que tiemblan de frío,
acercan sus manos y llueve.

martes, 5 de octubre de 2010

CUANDO UN CORAZÓN DESPIERTA DE SUS SUEÑOS


No aprovecho mi oficio para lanzar novedades,
ni mi palabra tiene héroes civilizadores,
es más bien exacerbado y matón como los terratenientes
cuando buscan el amor en habitaciones
donde quepan mínimo cinco mujeres.

Quise ser una buena persona,
sentarme a la mesa sin llevar
sobre los hombros la cabeza
de un tiranosaurio ensangrentado
gracias al patronato Peter Jackson
y al amor de Naomi cuando imagino
que juego por ella en la NFL.

No aprovecho mis viajes a África,
ni en el camino de vuelta platico
de mi abuela guapa; dejo que los muertos
sigan su camino y con mis dedos aplasto
las gotitas que se resbalan en ramitos
de flores moradas antes de abrir los ojos
y toparme de frente con espantapájaros
y serpientes.

Vivo y doy vueltas en la cama donde el peso
de mis sueños me obligan a mantener
la vista en un barco que se hunde
y no hay sobrevivientes.

Quisiera que mi corazón ya no creciera.

domingo, 3 de octubre de 2010

DESDE EL OTRO LADO DEL MAR

Foto: El tapacholos



Son muchas cosas que extraño de ti,
tu mirada de país hostil recién conquistado
y esas cosas que coloreas durante las fechas
de muertos, roscas de azúcar colorada en ofrendas
que según tú prueban que el futuro no es una guerra
de las galaxias sino firmas hechas de carbón mineral.

Y esas canciones que escribes donde soy un Robin Hood
mentiroso que llega a casa después de aventarse a un río
caudaloso, y sin embargo, en el audiorama de tu corazón,
–y este público sencillo– saben de que todo fue parte
de uno de los debuts más esperados: he entrado por la puerta
grande o chica a la farándula de las sobredosis.

Son muchas cosas que extraño de ti,
esas balas de goma que disparas capaces
de seguir varios minutos a su objetivo;
los libros infinitos que iluminan el poniente
de tu tierra en una fila de antorchas que desprenden
cristales blancos a propósito de la lluvia que te envío
por correo electrónico.

Extraño encontrar los mejores precios
para un disco de The Fall o Interpol,
las subastas de besos fermentados
en barricas de madera y etiquetados
en Persia por mi mano que tiembla
y se esfuerza por empuñar de nuevo
la espada.