miércoles, 29 de septiembre de 2010

YO TAMBIÉN ESTUVE AQUÍ


Hoy, pues, es el día
en que el muñeco de nieve que se derrite
es un hombre
Fusen

Dicen que estuve a punto de morir,
alguna fisura en el oxígeno doméstico,
tristezas de fondo, océanos que ahora
sí se volvieron navegables.

-Intoxicación por alcaloides- dice el diagnóstico,
simple, concreto, sin el exhaustivo punto de vista
del analista literario, sin el lobby de la industria
del camino a Jerusalén, sin el follaje verde de los jardines
que crecen a la orilla de las estaciones de trenes.
Luis Daniel Pulido


En los años 80 mi novia leía a un tal Norman Mailer
y veía, desde el I Ching y el sicoanálisis, al asesino
que años después escribió poemas con escalpelos
sobre su vientre en busca de que me diera hijos
o tigres o lobos o perros rabiosos.

En los años 80 fui futbolista, caminaba las calles
de una ciudad casi vacía y por los rumbos de la
tercera norte se me invitaba a jugar con los
Chamula’S Powers.

Recuerdo mis viejos tenis Nike,
mi primer disco de Iron Maiden,
memorizar las capitales de países
con armamento nuclear,
al primer “periodista” sacudiéndose
la pereza vespertina e intercambiando
notas por alcohol.

En los años 80 la fiesta era Fidel,
Blade Runner, Kelly Le Brook,
peinados altos, pestañas grandes,
Levi’s 501, uhisports, el submarino
amarillo, bubulubus congelados.

Recuerdo el beso a la reina de la feria
de Las Margaritas, haberle mentado la madre
a los soldados, manejar sin luces de Simojovel
a Tuxtla Gutiérrez, mi primer arresto por consumo
de cocaína en la vía pública.

En los años 80 atajaba penaltis como Héctor Miguel Zelada,
escribía como Joe Strummer y bebía cerveza con Efraín Huerta.

Recuerdo mis viejos tenis Reebock,
a mi primera y única novia que se fue
en busca del sueño americano,
mi última película en el cine Vistarama,
el sonido de la grava que daría paso
al futuro en una suite de lujo
donde estaríamos a la misma distancia
de Bangkok y San Juan Chamula:
de Singapur, Londres, desayuno a las nueve
en Las Pichanchas.

En los 80 estuve aquí, entre acetatos
de Los Ramones y Motorhead,
en los parajes de lo que son hoy asentamientos
para el deporte de alto rendimiento,
con mi novia de años en espera de que esta
vez sí volemos a nuestra luna de miel
a las islas de Trinidad y Tobago.

*Gracias a Liang Cristi, mi novia, que siempre estuvo a mi lado.
A Dámaris Disner, Nadia Villafuerte, Carlos “ Beto” Velázquez, Alecs Camacho y Juan Manuel Sarabia “Manu”por su apoyo, cariño y compañía.
Al maestro Héctor Cortés Mandujano, por su mensaje Jedi.
A Alejandro Molinari, por sus palabras de fe y aliento
.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

HEMOS COMPRADO UN PERRO


A Liang Cristi


Hemos leído mucho o poco,
hemos comprado un perro,
hemos escrito nuestros nombres
sobre postales de St. Tropez
y hemos renunciado a la escuela,
a los cartuchos húmedos de los cubículos,
a las rentas atrasadas cuyos billetes
no rebasaron los 1.8 kilógramos.

Hemos puesto al alcance
hartas horas de no hacer nada
y lo hemos hecho en las bibliotecas,
al salir a las calles, ante la vista
y desencanto de los genios financieros
que nos señalaron como villanos.

Hemos renunciado a que cada texto
literario suene ambicioso,
hemos vuelto a ser poco fiables
con las buenas ideas, con los amigos,
con el que se asoma precavidamente
a lo que escribo, con los tracks digitales
y las graduaciones alcohólicas.

Hemos puesto en venta la casa,
la luz enmohecida de los zaguanes,
el guardarropa de camisas con las
que salimos de caza y permanecen
-con su suavizante de plata-
con la semilla ensangrentada
de tilos intactos.

Hemos renunciado a las asambleas,
a las hojitas con textos solidarios,
a la ciudad como móvil de pasiones
y virtudes, a la ruta de balas que tocan
el corazón y nos llevan a otros sitios:
a las conversaciones casuales
y las leyes antitabaco.

Hemos dejado de comprar libros
-esa propiedad comunal del Estado-
y hemos puesto en marcha pic nics
bajo la enorme sombra de los sauces,
básicamente en las noches y los fines
de semana; después de pagar, puntual,
la luz y el agua.

Hemos comprado un perro.