viernes, 27 de agosto de 2010

EVA, NO LO HAGAS


Para mi amiga Eva Fernández, este barquito de truenos


Eva, no lo hagas, tenemos que leer a Chesterton
picando quesos redondos en un plato -imagina-
anaranjado, o sobre la taquilla desvencijada
de los decibeles que te duelen cuando no tienes
a nadie que abrace tu cintura y la luz,
que entra por la ventana, traza una larga
raya de crayones: el sol frente al mar de Weddel

No lo hagas, tengo mermelada y pan tostado,
proteínas para cien niños y una flor que despunta
como espiral de hojas secas y nos convierte
en surfistas sobre la aurora de un país africano,
quizá en nuestro propio Club de la pelea

Eva, no busques dátiles en un abecedario
sin sobrevivientes, déjame soplar otoños
y abismos hasta que te despierte el maullido
de un gatito de ojos azules y estemos de acuerdo
que eso es el cielo: platito de leche para calentarnos
el corazón y las manos


jueves, 19 de agosto de 2010

EL DIABLITO ESTÁ SOLO EN CASA

Foto: El tapacholos



Hoy viajaste a San Cristóbal,
lo hiciste muy temprano.
Quise adivinar el número de vehículos
que hay en el centro de la ciudad,
pegar mi póster de The Who en la cocina,
apretar en un solo puño el metro cuadrado
de tus 120 kilómetros por hora,
construir –sobre el deshielo de los glaciares–
autopistas que den a la puerta de la casa.

Hoy te fuiste y nos despedimos;
me doblaste las mangas de la camisa
y pasé mis manos por tus nalgas para evitar
el desamparo de los próximos dos días.

En la mesita de centro la lista
de cuentas a pagar, los libros
que doblan esquina tras esquina
y dicen mucho y sin embargo
no aguanto las ganas de incendiarlos.

Hoy viajaste a San Cristóbal
y llueve y no te haré caso:
te busco en un centenar de notas
y bombardeo –cada dos segundos–
países donde los adultos no saben leer.

Ya habrá tiempo de cumplir
las promesas incumplidas,
de portarme bien y no complicar
la adquisición de bienes.

Hoy lanzaré dardos al himno nacional,
al entrenador del deportivo Guadalajara,
a esa chingadera que llaman independencia.

martes, 17 de agosto de 2010

UN FIN DE SEMANA INOLVIDABLE


Tuve un fin de semana agitado:
fui de compras con mi novia
Liang Cristi

En los pasillos la victoria nuestra
de cada día: el dinero alcanzó para todo,
y hasta comimos papitas

En casa Nadia Villafuerte me hizo
entrega –en ceremonia antisolemne–
de mis regalos: un libro de Brodsky,
un cd de los Pixies

Nadia partió hacia Puerto Arista:
ola de dos filos, sirena de sí misma

En Tuxtla Gutiérrez mi novia y yo
hacíamos el amor y aún tenemos
misterios que descifrar:

¿Por qué nuestros ojitos se pierden
en el infinito?

¿Por qué ella dice “Dios” si estamos
en una cama y no entre los muros
de piedra de una Iglesia?

El domingo Nadia nos invitó a comer barbacoa

Comimos barbacoa

Algunas veces hablamos de Saramago y Antunes,
en otras –estuvo también el buen Alex–
de las estadísticas antipobreza

Hablamos también de viajes,
de Buñuel y el papel reciclable
en los poemas que no provocan
dudas, sino verdades que desde
hace años cicatrizaron

Esta vez no bailamos

Mi novia y yo nos despedimos

Nadia y Alex se sirvieron botanas y cocacolas

En la noche –a las 8: 15 para ser exactos–
mi novia y yo entramos al cine

Al día siguiente el mensaje:
Ya estoy en el aeropuerto nebuloso.
Te escribo desde México.

Era lunes. El fin de semana había terminado

viernes, 13 de agosto de 2010

LA GUERRA HA TERMINADO


Las reconciliaciones nos hacen hombres libres;
no hablo de tener aeropuertos o encender velitas
a un chaleco antibalas, hablo de que es el sonido
de la fotocopiadora cuando en alta velocidad
imprime un libro de Química en una red ferroviaria
con destino a París.

Las reconciliaciones son actos de valentía,
es citarnos en bares como un par de criminales,
quitarnos la vida en camas separadas,
escuchar cómo los gatos arañan la luna
sobre los botes de basura, escribir te amo
al reverso de los acantilados, en el aire
tibio de las luces que se apagan.

Las reconciliaciones valen un par de costillas rotas,
cosechas de alfiles y peones, ciudades sin temas
para escribir, la bala que abre la piel de la duda
y deja claro que hemos agotado la última
de nuestras siete vidas.

Las reconciliaciones conmueven,
hablo de un cenicero de mirlos oscuros,
de las primeras gotas de lluvia que caen
en el patio, de las flores que crecen alrededor
del viejo álamo donde nos declaramos la guerra,
de la pistola que tienes entre tus manos
y me apunta en la cabeza en caso de emergencia.

miércoles, 11 de agosto de 2010

NO ES UN SECRETO


A Dámaris Disner, mi famosísima D. D.


No es un secreto: Quiero mucho a Dámaris.
Ella me ve como su hermano mayor
y yo como la hermanita que me recomendaron
los expertos.

Quise, y acuso por ello al calentamiento
global y a la industria armamentista,
robarle un beso. Me mandó por tortillas.

Sin embargo el amor que siento
sabotea cualquier acción responsable
y uno nunca sabe.

He vuelto a poner el tema en la mesa,
y es que por las noches y con mi pijamita
roja de diablito triste escribía “ah, cuánto la quiero”.

Y lloraba, sí, lloraba un poquito.

Y más allá de proponerle matrimonio y que ella no aceptara,
los incidentes -y accidentes- como el del miércoles
me hicieron retroceder años atrás, cuando la buscaba
y los recorridos eran los de dos niños que se quieren.

Nunca una teoría que pulsara la maldad,
y quizá por ello nunca supimos cuando
era el principio o el final de lo que nos molestaba.

No estuve cuando su mamá murió,
y eso me duele.

Quise ir directo al código genético que nos une
y estar a su lado como lo que somos:
hermanitos inseparables, de meter golosinas
de contrabando al Cinépolis, de cantarle serenatas
en la madrugada y decirle “adiós, mamá” a su mamá
y sentarme donde D. D. me indicara.

Siempre he guardado para ella mis ojitos
de Hombre Araña, y eso hasta que nos
arropa el alba.

No es un secreto: Quiero mucho a Dámaris.

lunes, 9 de agosto de 2010

HAY CIERTOS POLLOS QUE SON BRUJOS

Imagen: Belén Asad
A Nadia Villafuerte
Nos queremos. Así de simple.
A veces me pone retenes,
puntos estratégicos de revisión
en todos los accesos a los poemas que escribo.

Me pasa “báscula”, igual en una terminal aérea,
igual por carretera; en los lirios blancos de las narcomantas,
en los Playstations de que me trae de Laredo, Texas.

Nos queremos, no sé si mucho o poco,
pero seguro: lo suficiente.

Ambos no tenemos hijos,
hemos lavado dinero y dejado en moteles
-cada quien por su lado- más de 600
casquillos de pistolas 9 mm;
a veces de fusiles de asalto AK-47.

Nos queremos. Ella me platica de su novio
y yo de mis “escuadrones de la muerte”:
mujeres que vienen y van y violan mis derechos
cuando ofendidas despliegan sus tropas
y tengo que escapar en mi Gran Cherokee
a mi cajita de dragones.

Nos queremos. Así de simple.
Cuando pregunta ¿De quién son esos ojitos?
y yo salgo espantado de mi caja
y me acomoda mi pelito con tremendos
billetotes de su beca.

No soy interesado, pero soy feliz
cuando me compra mis taquitos
de carne asada.

Barriga llena, corazón con dueña.

Yeah!


ELLA DICE QUE ME AMA Y QUE PUEDO LLEVAR A SU CASA MIS DISCOS DE BLACK SABBATH

Foto: Belén Asad

Dicen que estuve en crisis,
un exceso de pasión y actuaciones públicas.
Algunos golpes como tregua
y dos momentos de una misma
pelea.
Me gusta ganar pero -jamás- reírme
de los vencidos.

Estás fumando demasiado -apunta mi nueva novia,
y tiene razón. A medias: yo sigo aquí y ella
está en, a ver, digamos, Portugal
y son las tres de la tarde.

Un "cabrón" sale de su boca y me dice
que se puede ir más lejos.

Yo le tomo sus manos y me rindo.
El amor es el único sentimiento que se refunda
sobre ciudades caídas o incómodas
y nunca como declaración de principios.

"Tu lugar está a mi lado" me escribe en una servilleta
y mi corazón se infla como las bolsas de palomitas:
calientito, multiplicado, radiado.

No sé si así será el próximo domingo,
si me saldrá con un poema español
del siglo trece o, a propósito de lo que hago,
ambos entremos a un debate literario
y le ponga la ficha a Brodsky o a la mosca
que vuela y me recuerda la gloria negada
de los verdaderos artistas.

Bah, soy cruel como el peor de los niños
y al único leviatán al que le apuesto
es el de la ironía

La verdad, ojalá, esté viendo la tercera
temporada de Big Bang Theory
y ya no nos peleemos tanto.




domingo, 8 de agosto de 2010

EL DÍA QUE ME ENAMORÉ DE LA MUJER MARAVILLA

Foto: Belén Asad


La he vuelto a ver. No puse atención a la hora, a la fecha.
Era ella, su soledad frente a la caja registradora
y ciertos números beligerantes.

Me habló de la Universidad, de esa mezquita de contadores
que hoy, de adultos, platican de los viejos tiempos
agrupados en su Chiapas y lo que aparentan: llevar una buena vida.

Me revisó los brazos –nunca he logrado manejar
con discreción los mercados compatibles
entre precio y jeringa– y sus ojos me aventajaron
en tristeza: lloró, fue convincente. Nos abrazamos.

Soy un cínico, es mi derecho de propiedad;
no conservo –para bien o para mal– tradiciones proféticas,
me sobra autoridad y eso nada tiene que ver con la poesía.
Disparo a matar.

Le dije que la amo y me llevó a su casa.
Desde allá doy fe de nuestro maravilloso
mediodía francés.

Ahora iré a la tienda por cigarros.

Estoy vivo y eso es lo que cuenta.

jueves, 5 de agosto de 2010

MORFINA, TERCERA LLAMADA


He vuelto al lugar de siempre. No habrá boda.
La culpa es de este blog, su condición psicológica
o moral, no lo sé. Me acusaron de administrar
Koljos soviéticos en los pequeños ojitos de la japonesa
con cierta habilidad para darle pan y sexo a los pobres

Todo es posible –contesto– si organizamos las palabras
como trayectos y no milimétricamente en un pro de lectores
que iremos perdiendo sin pausas y en vivo

Desnudarse en moteles se nos olvida al día siguiente,
el amor en tres meses; infectados de morfina: una noche

Seré práctico

Inolvidable es amarse como hermanos incestuosos,
con el alma negra de los reinos ejercidos por la piel
entre estremecimientos e impulsos

Al arrojar los dados en cada eyaculación
como una flor de preguntas sin respuestas

He vuelto al lugar de siempre,
a prenderle fuego a mi esclerosis,
a amarrarme el cuerpo contra las maderas
de la otra fiesta que empieza y reclama
los clavos de tus vírgenes cabizbajas

Espero que esta sea la primera y última vez

No puedo gastar por ti más de mil pesos

SANTA PATITA

Fan del Popotito y Luis Daniel Pulido



Vivo en una colonia, diría, pequeña: dos cuadras y tres cerradas que la dividen y nos salvan –según los instructivos de colonias– de que las inundaciones nos pongan de cabeza. He vivido ahí casi toda mi vida, excepto en otoños y épocas de tormentas gracias a resoluciones unilaterales como suelen ser las de la familia cuando te niegas a estudiar. No quiero ser un mal ejemplo (aunque lo soy) pero jamás pude sustituir un diez por cien dólares, un 8.5 por una calcomanía de Spider Man, todos los domingos de misa por el Born Again de Black Sabbath. Nada fue suficiente. Sin embargo aquellos corredores vitales bajo la sombra del enorme huanacaxtle permanecen en los diversos centros de información que conservo en el baúl de los recuerdos. Hoy en mi colonia soy un extraño, y me juego el resto con desahogos emocionales propios de Chincho:

–Hola, ¿se acuerdan de mí, quieren una “ruedita”? –pregunto destapando un rollito de Salvavidas.

En mi colonia se vive cierta neurosis parecida a los programas de gobierno, por lo que la historia para un “militante de izquierda greñudo” no puede ser otra:

–¡A Carmelita, ni te acerques! –me dijo la señora panista comadre de Enoch Araujo.

En fin. Carmelita vive en París. Ni cómo.

Mi colonia, que su guerra más larga ha sido a mentadas de madre (entre seguidores de la virgen de Guadalupe y los testigos de Jehová) sigue siendo pequeña y mantiene devociones como las de reunirnos a ver eclipses, partidos de la selección, el América-Chivas, rezos, bodas y graduaciones de los que sí estudiaron.

No es raro escuchar al jefe de manzana con su radical sentido de justicia y democracia repartiendo obligaciones como si fuera productor de cine; y es que para colectar fondos han comprado una limousine (no es broma). Mis amigos, ya saben, me preguntan a qué horas verán bajar a Scarlett Johanssen, Motley Crue, Larissa Riquelme, Jessi Bulbo. La limousine, base espiritual de toda quinceañera, es el big bang capitalista que hará a nuestra colonia tan parecida a La Condesa. La cosa es más o menos así:

Se cobrará por foto, reflejo, huella dactilar de niño o niña con mole o cajeta, mirada furtiva, metro cuadrado, tour por la ciudad, indicio de que vio las marcas de las llantas, por supuesto, bodas y quinceaños. Y es que siendo tan cosmopolitas somos también unos advenedizos. A veces, con ese gran espíritu de las Cruzadas, se proponen marchas a la Iglesia en pro de los árboles, los niños de la calle, Felipe Calderón ¡puta madre!, o de Carmelita, que está en París (por qué chingaos no).

De los cambios más drásticos están que el poder central ya no lo tiene la tiendita de abarrotes, y aquella pequeña comunidad agnóstica que conformamos Ivonne y yo se convirtió al idealismo libertario del señor HSBS.

Existen, pasado el tiempo, cuentas sin resolver, como las de quién anoto más goles, quién invitó la primera cerveza, quién aún conserva los derechos y utilidades de sus empresas y, por fin, alguien acepte que embarazó a Marisa… yo hablo un poco de inglés.

Mi colonia, tan familiar y personal, debe su alto grado de prosperidad a los santos. Cuando niño –rockero irredimible– mi dignidad de coleccionista de acetatos no me dejaba tiempo para entender los desfiguros de mi vecina pasándole un huevo a mi amigo, que llegaba a clases oliendo a alcohol y campo de fut recién regado. Recuerdo que vi atesorar presentes y futuros en un huevito. Hoy hasta película tienen y argumento, evidencia y metáfora obedecen a otra lógica.

Desde mi perspectiva: Ivonne, Black Sabbath, el señor HSBS y mi amigo “enhuevadito”, la posibilidad de un milagro era posible sólo si mamá, huevito y amigo cedían a que la elección del bien y el mal fuera abierta ¿Para qué arriesgarnos a que el muñequito de vudú tuviera mi rostro? Digo, eran mamá y hermano de Marisa, y la posibilidad de un “Resident Evil” era evidente. Por supuesto que el Museo de Arte Moderno Zombie aún abre sus puertas, perfila sombras, nos reúne para firmar acuerdos:

No daños a la limousine, no pruebas de ADN.

En este sentido los que aspiraban a un mejor empleo embarazaron a las hijas del flamante subsecretario, el burócrata mejor pagado de la colonia, experto en ponerle cibercafés a todos sus yernos.

Mi colonia, eso sí, cuando recibe a los candidatos a la presidencia municipal organizan tremenda fiesta y rueda de prensa donde se nos invita a cumplir ciertas normas de “respeto” con las preguntas. Nada de pintas, fanzines o pancartas contra el invitado.

Un día inventé un icono, un santo, una santita en este caso. Decidí que si no hay fe acorde a mis gustos era urgente forjar una que no tuviera tantas coincidencias en dioses y sobreavisos. Una que pudiera dibujar y colorear, ponerle un nombre cuyas letras apechuguen cimas donde a nadie se le niegue un paracaídas. Así nace Santa Patita, patrona de los jefes de manzana. Broma que transformó a escépticos en una verdadera sociedad moderna. Broma que convirtió al budismo Zen a Marisa. Broma que me hizo ver que su hija tiene mi sonrisa.

Es así que debo a Santa Patita mis futuras celebraciones del día del padre y la tierra prometida a una caja de crayones.

¡Santa Patita, Santa Patita,
patea por nosotros,
mete los goles!

miércoles, 4 de agosto de 2010

ELLA ESCUCHA DESCARTES A KANT

Descartes a Kant


Recibí una carta de Dana. El timbre postal me remitió a una escena de The Royal Tenenbaums, y la verdad no sé por qué. Lo pienso mientras leo las letritas de la envoltura interior de mi último caramelo. Quizá porque Dana tiene cierto aire de Gwetney Paltrow y yo las tristezas impuestas al personaje de Luke Wilson en la misma película; o porque ella vive en Londres y yo en el eterno welcome Cancún arrojando alimento a la misma pecera y ni quien le pague clases de inglés a los peces. Lo sé, los peces no hablan. Qué absurdo.

Dana no escribe muy seguido, es decir, cartas por el servicio postal, porque vía mail hace gala de lo predecible que puede llegar a ser un texto para que el usuario, en este caso yo, me sincronice con los solipsismos de la autopista de la información. Claro, perfil y contenido son suficientes con un te amo.

El dorado olor a cerveza bajo la lluvia es lo que quiero escribirte, prescindir del celular y la cámara de video, escribirlo para ti que eres el hombre más solo y atento a las palabras, me dice Dana en uno de sus párrafos.

Chiapas, concretamente Tuxtla Gutiérrez, tiene algo de Madrid: la temperatura; 40 grados y uno se convierte automáticamente en terrorista o malnacido por adueñarse del único frigobar de la oficina.

Hoy jugaremos futbol. Mi exposición del 4-4-2 no fue totalmente ignorada por los de marketing, y con la necesidad de que el departamento editorial cuente con un director deportivo, me he apuntado para tan miliciana y culta profesión.

Dana odia el futbol, aunque me cuenta que el siete del Manchester United –no sin antes tropezar con el sino feminista que rige su especulación amorosa– es “algo sexy” y que tal jugador documenta muy bien la próxima civilización de futbolistas y no jugadores como Eto’o o Messi, que serán sólo simuladores de la tecnología; por eso la reubicación de éstos no será en los equipos más fuertes de Europa, sino en los nuevos programas de Xbox o Play Station. Extraña teoría, sobre todo por la pasión con la que me explica algo que detesta tanto. Quizá no olvida los domingos que pasamos juntos viendo el Pumas-América bebiendo cerveza y dorando nopalitos y chiles.

¿Sabes a qué concierto fui? Al de The Police ¿Te acuerdas que querías tocar la batería como Stewart Copeland? escribe Dana, además de que son las cinco y bebe té y que ya no le gusta mucho el color azul, sino el anaranjado; que inventa laberintos en su bufanda, que escribe y piensa en inglés pero que se ve más bonita hablando español, que el track cinco le recuerda el chapoteo de mis pasos en San Cristóbal de Las Casas.

Debería aspirar a ser un sujeto universal –pienso– y confundir la felicidad con las carencias de sentido, o ver en el espejo cómo crece la mancha negra y redonda de la nostalgia.

Mañana leeré la carta completa. Me voy a jugar futbol.

Posdata: La banda que tanto te gusta se llama Descartes a Kant

lunes, 2 de agosto de 2010

QUISIERA DEJARLO TODO POR TI


Quisiera dejarlo todo por ti,
la necedad y su porción de mala fortuna,
esta ciudad que se acuesta a lo largo
de una raya de coca y no en la patita
maltrecha de mi caballito de juguete.

Quisiera dejarlo todo, pero no tengo nada.
No creo que importe el millón de descargas
de mis canciones de rock favoritas,
las cifras de una cuenta de banco que no existe.

Quisiera dejarlo todo,
el corazón en el tráfico del viernes,
el mal humor en las oraciones que envejecen,
la ternura hasta el final de la batalla.

Quisiera dejarlo todo por ti,
la vida y su piso de cinco por seis de comida china,
de Faunos que espían y gesticulan websites
y aseguran soy buena persona.

Quisiera dejarlo todo por ti,
quitarte las bragas bajo la sombra
del tipo al piano de una página de Rayuela
y beber whisky hasta las doce
y que cuatro dedos juntos
siempre sean la medida exacta
en el vaso silencioso que no necesita
darnos información.

Quisiera dejarlo todo por ti,
lo que tengo y no,
un poco de amor en las callecitas
irlandesas de tu árbol de peras
y el resto a los 1 300 años al futuro
-de donde vienes-
y me aseguras que no hay fin de los tiempos,
sólo besos antigravedad y roqueros
con barbas de candado.