lunes, 29 de diciembre de 2014

CUANDO YA NO HAY PASTEL DE QUESO EN EL REFRI

Chulpan Khamatova

Para Gina
Se me va la vida analizando
las últimas tres noches de luna menguante,
el orden alfabético al bat,
la honda huella de Armstrong en el espacio,
los fósiles digestivos en el centro de la piedra,
el diámetro –hoy sellado por las glaciaciones–
del óvulo donde marqué la carita feliz del Súper Esperma

El mapa donde veo que ya no existe Checoslovaquia,
la Europa cultural de la posguerra,
la ruta hiperbórea de Conan el bárbaro,
los arroyos cristalinos camino a casa

Y a uno qué le queda: países agrupados en una misma asociación
que los envía a disputar la posesión de la pelota,
citas de Mallarmé, Steiner, Ortega y Gasset

El mismo barco en la tormenta,
el mismo laberinto de sal en el oleaje,
la tabla de surf y la dentellada del tiburón gigante

Así la vida, como los antiguos carteros:
Ninguna carta (ni cuatro o cinco días) es suficiente

Luis Daniel Pulido

lunes, 22 de diciembre de 2014

LOS BARBONES NO TENEMOS NADA QUE DECIR*

Ilustración: Gina Fernández

Se me cuestiona mi afición al soccer,
mi tolerancia al compás del dos por cuatro
de una porra “homofóbica”,
la juerga a la que soy ajeno: los impuestos

Soy, en consecuencia, un mal ciudadano,
una mala persona. Y lo soy.
Podría –como lo hice cuando joven–
leer todas las teorías socialistas,
la Escuela de Frankfurt, el Popol Vuh
y ligar todo eso a una idea moral,
a la universalidad de los hombres,
a la democracia que nomás no llega

Pero no tengo ganas. Es decir: no tengo ganas
de cambiar el mundo ni las sábanas de la cama

Podría decirse que estoy deprimido. Y quizá.
Llevo días haciendo lo mismo:
Babel con las vocales, libros leídos a la mitad

Que ver el futbol me hace un mal ciudadano,
que robo agua al desierto,
que cierro edición sin tomar en cuenta al migrante,
el arresto de los que dejan su tierra, los que menos tienen

Y es cierto: no doy señales de buena voluntad,
amar al prójimo; en cierta forma –y por eso no tengo amigos–
no aporto nada al juego de las preguntas y respuestas,
a la trasmigración de las ideas

Soy ajeno a ustedes, al país, al carácter apocalíptico
de la vida humana, al imaginario chiapaneco de las revoluciones,
a su urgencia por llegar con dignidad a la meta

Les recuerdo: No soy yo el que dio el disparo de salida

Luis Daniel Pulido

*Bonus track del libro Bruce Wayne y la generación X (un concierto de rock para Chulpan Khamatova)

viernes, 12 de diciembre de 2014

AMIGOS QUE HACEN EL FUEGO


A Gina


Hay, en las bibliotecas públicas,
acuarelas de lecturas descuidadas,
estudiantes que se reconocen en Atyozinapa,
que hacen pedazos los burdeles de la democracia,
que contagian, que tienen nombres y apellidos:
William Degouve, Ruperta Gómez, María José Camargo

Hay, en las bibliotecas públicas,
a eso de las seis de la tarde,
un centenar de frases para gritar en las calles;
y hay suficiente sangre para iluminar una misma ventana,
una raya discontinua, puntos de energía,
Sumatra, Reforma o Londres

Hay, en las bibliotecas públicas,
el amigo que no tuve,
el libro que se ajusta bien al tema,
los personajes favoritos de la corte

Hay grandes actos de justicia: diseñadores de cartografías,
héroes de la patria que fueron –de jóvenes– fans de Iron Maiden,
la neblina de los puertos, la Guantanamera

Hay, en las bibliotecas públicas,
extraños mayores de cuarenta años
que saben lo que jala el anzuelo:
el insomnio, la soberbia

Patearé la boca putrefacta del ejército mexicano

Luis Daniel Pulido

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; Méx


QUÉ DIVERTIDO ES ESCRIBIR Y VIAJAR


Para Gina

Los escritores, pareciera, nacen viejos. Se aferran a los temas serios, a lo obvio: a la pobreza, lo social, la violencia. Y supongo que no está mal; somos los grandes tiranos de la palabra hasta que autores y público se unen en un mismo bostezo. El escritor, entonces, se vuelve sospechoso cuando parte, barquito de papel en mano, de su corazón de niño y se aparta de esos temas y juega a escribir historias. Escribir es jugar. Primero una palabra que salta –irresponsable– sobre el sartén (y acá qué importa que lo tengas del mango) que se cuece y se hace tocino, tocino crujiente. Después la oración completa, la Tierra de nadie, las galaxias paralelas, el dudoso gusto por las verduras, y todo porque –en este punto– mamá no se enoje. Ah, porque las mamás de los escritores –y si fuera por ellas– jamás vieran crecer a sus hijos para que den conferencias, los acompañen a recoger premios, salgan en la tele, seduzcan a chicas que a sus hijos escritores –pobrecitos– no les convienen. ¡Arpías! –les dicen. Por eso las mamás no deben morir y los escritores no ser tan adultos a la hora de escribir. O igual y sí. Quién sabe.

Dicen que los libros hechos por adultos supuran “mundos reales, humanos voraces”. En los libros para niños las cosas pasan con los ojos cerrados: puedes escuchar el mar, el meteorito que cae en el océano, al ratón que se cuelga del segundero, el tiranosaurio que quiere ser tu amigo.

Yo –déjenme decirles– ya hice amistad con uno, regrandote y que escupe fuego.

¡Órale!


Luis Daniel Pulido