Hay cosas –o muchas cosas–,
un Simposio sobre la Reforma Constitucional
al Poder Judicial Mexicano,
del heavy metal,
instrucciones de un entrenador de futbol
sobre cómo pararse frente a la pelota,
el musguito en los edificios viejos
de la Ciudad de México
Cosas sencillas, otras no tanto:
el alcanfor, las hierbas medicinales,
los ricos que van a yoga,
los pobres (como yo) con la congestión nasal
de las antípodas de un circo como son las cruzadas
del bienestar
Puede ser el fin de algo,
la construcción del fracaso,
las ardillas a lo alto,
el corte de luz
Y tú tan bonita con tu Spotify Premium,
resolviendo los retos de tu empresa,
viendo postales de tus abuelos que en algún lugar del mundo
hablan de los éxitos de la arquitectura,
del poder y la mercancía: el libre mercado
Cosas de las que nada sé porque nada sé
de cobrar por lo que hago:
escribir sobre viejos papeles que saco de la basura,
el olor de la vieja Arena Naucalpan,
no del Premio Nobel de Literatura,
escribir porque es mi enfermedad,
me tiemblan las manos,
tengo sangre en los ojos,
alimento padres muertos
Van por ti –me dicen los aspirantes a justicieros,
porque esa es la “voluntad mayoritaria del Pueblo de México”,
y recuerdo las películas de Buster Keaton,
las viejas series de los años 70,
los porteros argentinos que vinieron al país:
Marín, Zelada, Landaburu, Verderi, La Volpe,
y que quería atajar como ellos
Que te vas a poner un nuevo tinte
y estrenarás nuevo corte de cabello –me escribes,
y lo celebro
Porque entre tantas cosas,
tú y yo aún estamos vivos
Lo demás está fuera de nuestras manos:
la impunidad, el picorcito por el dinero,
el narcotráfico
Las pesadillas, mi linda whitexican
Luis Daniel Pulido
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