jueves, 5 de octubre de 2017

PUNISHER EN PLAYA DEL CARMEN*



La soledad se la debo a T. S. Elliot,
a los ojos saltones de los peces dorados,
a los lienzos de Heinrich Lossow,
a las maletas inmóviles de las salas de espera,
a los pisos pulidos de los hospitales,
a los cactus de un canal muerto,
al desierto que dejan los golpes en la mesa,
a las mujeres que me obligaron a mantener la calma,
a los medicamentos –que como quien acerca
un barco al mar– me convirtieron en el cordero
protagónico del éxito

Al reloj con manecillas y la luz que se cuela bajo la puerta,
a la afanadora que corre las cortinas y me dice que el bar
abre en dos horas

A todo eso y la gotera en el lavabo como un pedazo
de carne que se deshace

Luis Daniel Pulido

*Del libro PUNISHER ENTRE NOSOTROS


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