sábado, 28 de septiembre de 2024

BREVE CRÓNICA DE MATT MURDOCK


 

Viajar a Tuxtla es una aventura, una moneda al aire, por el mal estado de la carretera y su profunda oscuridad que cuelga de un látigo de agua, el sonido de un limpiaparabrisas, la lluvia que empieza. No puedo salir de noche, mis ojos son dos bichitos rojos que viven apareándose detrás de unos lentes. No veo. Pero por mis amigos, lo hago. Mi vida por un momento con ellos. Y ahí voy por las vísceras de un pueblo mágico, pateando sus desechos, abriéndome camino con un bastón para ciegos, mi gin tonic a mano. Ciego, sí; mamón, también.
El viaje es una tortura, música a alto volumen, celulares a alto volumen, instrucciones a gritos, esa especie de militarismo doméstico llamado “usos y costumbres”, oraciones que nunca llegan al final. Si fueran mudos, mudos gritarían –pienso. Es hora de hacer mi magia: me pongo mis audífonos y desaparezco.
Llego a Tuxtla y empieza la fiesta. Abrazos por aquí, por allá, conocidos, medios conocidos, no conocidos, pero “que me han leído”, una chef joven y bonita que me pregunta “¿todo bien?” y yo a punto de contestar con un piropo, “pintar el aire y el cielo” con tremendo disparate: "¿Quién fuera OVNI para el Tepoztlán de tus ojos?" No lo dije, lo pensé. Y fue suficiente.
Alfredo anuncia la tercera llamada y la obra empieza. Soy feliz.
Luis Daniel Pulido
Foto: mi mismo.

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