lunes, 30 de marzo de 2020

DE LIKES, DESLIKES COMO MEROS ESPEJOS DE AUTORITARISMO Y CONVIVENCIA




La Historia se ha vuelto la morralla de las nuevas conciencias, no llega ni al peso cerrado, es una augusta institución de centavos que nadie quiere consultar. Y la ruptura con ella no es estética, vanguardista, por valor o tradición. Los conflictos a debatir hacen, más, de promoción –ya que quienes más opinan son poetas, periodistas, aliados feministas, falangistas de una editorial independiente, hasta aspirantes a standuperos– para que los escenarios de sus obras, ¡ah, sorpresa!, sean leídas, vistas, escuchadas, populares.

En ese entramado de propagandas disfrazadas de preocupaciones sociales, un buen texto, una buena fotografía, cuando la hace quien no sabe que tiene que apuntar la mirada hacia la mancha de espectadores ávidos de notoriedad, no tendrá los likes de los miembros de la Corte de los más populares de las redes sociales.

Y en ese péndulo de emociones y episodios, el diálogo se reduce a “amistades” virtuales. Si tú no te tomas el tiempo para honrarlos con likes, te sacan del pequeño proyector de las revoluciones personales ¿Y a quién no le gusta verse en la pantalla?

Lo que vemos es una suma de pactos –confían tanto en su memoria– que les impide hacer propio lo extraño. Lo ajeno a su círculo social. Lo cotidiano, eso que revela información por momentos (hay que estar atentos para aprehender su luz) y se vuelve universal en su fondo, importancia y peso, que no se integra en automático a la vida y experiencia de grupos afines, al contrario: que amplía las dimensiones –alienaciones incluidas– de la sociedad y su inminente paso devastador por el mundo.

Aligerar elementos de reflexión, atemperar desde las prisas y el oportunismo, ganar –con la impunidad de los likes– todas las batallas de las que eres parte, no es más que el ruido de fondo: sin contradicciones, derrotas o retornos (elementos que pasan por alto los cínicos, los enamorados de sí mismos, quienes se lanzan a lo más profundo de la fosa para abrazar su imagen), lecturas y lenguaje pasan a segundo término.

Se subestima la ortografía, pero también, al mismo tiempo, se da la redacción pulcra, atada a intereses particulares: la lengua de la serpiente con sus apuestas y formas de ciudadanía. Un fósil con palco en espera del elogio, del coro que repite “espejito, espejito”, con lo que creen le ganan al olvido y la insignificancia.

La justicia se vuelve verificable, no reveladora, intervalos de escándalos, desfile de personajes, estados de excepción. Y nada más. Pareciera que  se trata primero de satisfacer aliados, socios de proyectos en común. Y nada más. Poner el dedo en la llaga y llevarse una tajada de protagonismo. Y en esa cima sobran los que no abonan miel a los oídos de quienes suscriben.

Luis Daniel Pulido

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