jueves, 7 de julio de 2016

CONOCERSE BAJO LA GUERRA GRACIAS A LA MÁQUINA DEL TIEMPO



No fue el destino con su necedad de hacernos enemigos,
que coloca –bufón– las piezas en tableros de arena,
puertas giratorias, escaleras eléctricas

No fue la llegada del móvil de primera clase,
el enorme dragón de fuego que rodea las ciudades,
el calor que aprieta con todas sus fuerzas

No fue el viejo centro de Tuxtla,
las especies endémicas de la zona,
el goce, y el de otras veinte parejas,
bajo el árbol frondoso del jardín botánico,
una noche de tacos en La Forteza

No fueron los cuadros de honor en la escuela,
la naturaleza totalitaria de los dieces,
la academia platónica que ostentaron
los adolescentes de la clase media, 
el rock británico de la época

Eres tú, menor quince años que yo,
con las vitaminas y los minerales
y aislada (con audífonos) escuchando 
canciones de una radio independiente;
soy yo demoliendo hoteles, abriendo pista,
agregando capítulos a otro Sábado por la noche,
libaneses que me enseñaron el arte de la guerra

Eres tú desobligada de las cifras 
y los largos caminos de regreso a casa,
de las canciones que llegaron para quedarse,
de las precisiones y las instrucciones a seguir,
el lucro y el descrédito de las administraciones culturales

Fueron cosas más sencillas: los mundiales de futbol, 
la toalla en el rostro, la mitad de hamburguesa que me corresponde,
los días lluviosos y tristes que toco a tu puerta


Luis Daniel Pulido

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