Se ha perdido la sonrisa espontánea,
esos contrataques suaves:
pasar mi mano por la barba y ella acomodándose
—señal de que hemos vencido el tiempo
Esperar que se sonroje y levante de nuevo la mirada,
que la clava al piso porque un hombre de 1. 90
con playera de Led Zeppelin —un momento— Black Sabbath,
le cede el asiento, un lugar lindo en el planeta,
sus crónicas de Narnia, las últimas aventuras
en el Himalaya
Pero corrijo la estatura: lo voy a dejar en 1. 72
y un gran resorte, más o menos,
de basquetbolista estadounidense,
velocidad de corredor de 400 metros planos,
discípulo del maestro Anzueto
El mundo, de repente, es una guerra de géneros,
de inclusiones y resignificados,
cancelaciones y censuras y sexo y voluntades
a ciegas, abanderamientos
—adiós a Séneca, Epicteto y Marco Aurelio—
todo es sinergia, imitación
Se ha perdido un tiempo en propósitos divinos,
el olor a sangre —tan necesario para el “Aguante Megadeth”
¡Megadeth
Megadeth
Aguante
Megadeth!
y lo sabroso de las peleas callejeras,
el uno a uno, no el chat de las seis de la tarde,
sus bracitos flácidos
Voy en un camión de los de antes,
metales retorcidos y fósiles atrapados
en el herrumbre, desfigurados,
con su grito apagado
Del Tecnológico al centro de Tuxtla Gutiérrez
¿A dónde va tan guapo, mi chaparrito? –me dice
una muchacha bien bonita
No lo puedo evitar
Luis Daniel Pulido
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