martes, 2 de febrero de 2021

CASA DE CITAS, EL PLACER DE LA LECTURA Y MI AGRADECIMIENTO CON EL AUTOR


 

Héctor es un lector que no pregona el discurso exaltado y congestionado del sabihondo, renuncia a esa camisa de fuerza y propone libertades lectoras, que al igual que él cedamos al viaje propuesto por los libros y los móviles inesperados: las citas literarias, las canciones inolvidables, los caminos que se entrecruzan. Libertades que apuestan por la generosidad y la memoria.

     Héctor Cortés, así, desde su Casa de citas, invita a disfrutar los libros como formas de historia y creación: restaura distancias con el mundo y su vértigo violento y material para compartirnos los libros leídos, las películas vistas, el detrás de escena de un párrafo bien logrado o en su defecto: la falla; los viajes en corto o más allá de su Chiapas querido, las anécdotas con amigos y no tan amigos.

     Casa de citas, en su concepción, no tiene un orden ni pretende unificar en un sólo sentido a la literatura, el arte, la dramaturgia ni a quienes la hacen, al contrario: su valor consiste en quitarle ese velo reverencial y canónico y apostarlos como temas y desafíos de nuestro tiempo; nos ofrece, pues, la posibilidad de asomarnos a un universo que pareciera ajeno y que sin embargo reconocemos su lenguaje. Virtud de Héctor: el lenguaje sin el peso de la impostura, lo infalible, la provocación iluminadora.

     La apuesta, pues, es un amplio arco de autores donde abarca distintos tiempos, distintas experiencias, distintas disciplinas. Va de Borges a Shakespeare; de Sandor Morai a Virginia Woolf; de Joaquín Sabina a Bertolt Brecht; de Corman McCarthy a Efraín Bartolomé; de un Diccionario de americanismos a Woody Allen. Virtud de Héctor: en Casa de citas todos los horizontes del mundo caben en una mano.

     Acá están las primeras cincuenta, sin cortes generacionales; como en botica, hay de todo. O casi de todo.

     Casa de citas trasciende los escenarios de las falsas victorias, la rotación de las cúpulas políticas, las nuevas repúblicas de escritores, esas entidades más ligadas a la burocracia y el resentimiento. Y la trasciende porque, creo, sin proponérselo, es el mejor promotor de lectura.

     Bastaba, antes, con leer su columna en el periódico que lo publicaba; basta, ahora, con entrar al link de Chiapas Paralelo para leer la Casa de citas. Yo, que memorizaba las que leía, he pasado como erudito, hecho que desmentía (algunas veces) inmediatamente a pesar de lo que había en juego:

–Ah, tan inteligente que se veía ese güerito– me dicen todas esas mujeres guapas que ahora leen a Héctor Cortés Mandujano.

     Yo le dije, lo recuerdo, a mi exnovia que estudió Letras: “Algún día creceré y seré un gigante”. Y lo soy.

     Y si Héctor hizo eso conmigo, imagínense cuantos gigantes hay aquí presentes.

Luis Daniel Pulido


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