Yo no entiendo el reiki. Su cautela, primero,
para romper los climas opresivos; segundo, la sumisión espiritual ante la
líder. Es que sí, hay una líder que tiene los datos directos y concretos de la
magnitud de tus males, dolencias, maldades, vacíos.
Por eso, imagino, el reiki también es
literario, jubilosa Secretaría de Educación Pública. Eso sí, sin sindicatos
chafas.
La líder es la parte más entrañable del
reiki. Buena onda, gordita, como una carretera después de la lluvia que conduce
a enormes ruinas prehispánicas o cipreses de una catedral barroca. Que da
sombra. Que da cobijo. Que le salta el ombligo.
No sé. Igual el reiki es chamánico y uno
cierra los ojos y siente cosquillas y uno dice “hazme piojitos” pero la líder te
desea buen viento y sopla y uno se desintegra.
Caray.
El reiki “no es pa’ mí”, me digo a mi mismo,
seguro, mientras la líder a 270 000 años luz de la Tierra se deja venir con
toda la fuerza gravitacional al dedo chiquito de mi pie izquierdo.
Y grito. Y despierto.
La amada líder juega a las pizpirigañas con
un montón de niños.
Sudor frío.
Luis Daniel Pulido
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