lunes, 21 de mayo de 2018

PAZ A LOS HOMBRES QUE ESCUCHAN A NICK CAVE



Ya puedo ser invitado de honor,
ciudadano emblemático de una ley aprobada,
salir –comiendo pepitas, por ejemplo–
en la pantalla gigante de un estadio de futbol
o en un mural de una escuela de Artes Plásticas

Abrir y cerrar los ojos,
alzarme la camisa, rascarme la panza,
pasar por encima de un montoncito de cabezas
mi vaso de cerveza, digamos: allá ustedes
con su cuadro combativo, sus venas abiertas,
la documentación tributaria, el perro que ladra

Yo –y es que a mi edad la epistemología,
el menoscabo, el periodismo independiente
y el que no– no representan en importancia
una carrera de caballos, un verso aeronáutico,
ocho días a los dados

Yo –y disculpen por citarme en el ejemplo–
me siento en el jardín de la casa,
nada sé del mundo, los clichés, las palabras;
han muerto Wolfe, Cronwell y un montón de gente
–me dicen– y yo, sí, yo, veo cómo se posa una mariposa
en mis dedos y alcanzo a decirle a mi novia,
con cierta dulzura: tengo hambre

Luis Daniel Pulido

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