lunes, 3 de junio de 2024

NO SÓLO FUIMOS UN EQUIPO DE FUT, TAMBIÉN UNA BANDA DE ROCK


 

Quiero agradecer a mis amigos, a los que lo eran y los que conocí ese día, cuando el buen Gaby me invitó a jugar, de nuevo, con Chamulas Powers. Y no fue porque antes no hubiera querido, sino porque estaba perdido, a veces quitando la corteza a las heridas de mi niñez, sangrando de nuevo, en otras luchando contra los años de historia de un país que ya avistaba su rapiña nacionalista, pero lo más grave: contra ese gigante de polvo blanco, la cocaína. Regresé como el ave fénix, cuestionando la reproducción social de la vida, que premia y asesina, caminé las calles como lo hacen los jóvenes, pastel y acrílico sobre papel, graffiti, fanzine, el puño arriba. Jóvenes. Nunca olvidé las canchas, los territorios desplazados por la guerra de la rehabilitación, las sesiones –el uno a uno– con niños abusados sexualmente, el pasado y el silencio, hasta el grito más fuerte en la noche más oscura. Enojado escribí libros, enojado escribí contra el gobierno, enojado leí en público, enojado grité contra los militares, enojado grité contra los cobardes poetas locales. Había perdido un ojo, estaba quedándome ciego. Y solo –sin público ni disidentes ni maestros– volví a las canchas, un basurero. Y fui la burla. Alguien grabó esos juegos. Lo subieron a redes sociales. Me localiza Gaby. En un mes habría un juego, una reunión de los multicampeones Chamulas Powers, y que era parte de esa historia. Y entrené y entrené y entrené y entrené y entrené. Entrené. La cita: el Tec de Monterrey. Qué feliz fui. Después vino la pandemia y los secuestros y este país con sus terribles prácticas, sus dramáticas escenas y no volví a verlos. Agradecerles no es suficiente, a pesar de que hasta escribimos un libro: Escribir, porterear, con apoyo de mi querida amiga de la prepa: Mónica Corzo. Quisiera decirles cuánto los quiero y sé que siempre estaré corto. Los quiero.
Ya no podré volver a jugar con ustedes porque he perdido la visión periférica del único ojo que me mantenía en la batalla, mi eterno compañero, con el que espiaba el mundo y con el que esperaba a ese montón de niños para salir a jugar futbol, se apaga, es una tortuguita que regresa al mar…
Y todo se ha vuelto triste.
Luis Daniel Pulido

EN VIVO TODOS LOS SÁBADOS POR LAS NOCHES


 

Hubo un director alemán de apellido Fassbinder,
su Acht Stunden sind kein Tag Capítulo Cinco,
no éramos literatos ni abajofirmantes,
nos gustaba el cine y las albercas y las libanesas;
no faltó el caimán barbudo y su trova,
la obsesión por chicas de ojos verdes;
no sabíamos –no sabemos aún– de inclusión forzada,
amamos a Sarah Connor
Hubo vinito tinto, pescadores solitarios
en estepas de aguas oscuras y saladas,
el “miñón” francés de una novela policiaca
Sus piernas en mi cuello,
vinilos regados
Sus ojos verdes cerca de mis ojos negros,
nariz con nariz,
sí, amábamos el periodismo de largo aliento,
atrevernos a tanto
Tú bailando,
Divinyls I Touch Myself
Luis Daniel Pulido

BAJO LA LUZ DEL RELÁMPAGO (CON MUCHACHA BONITA EN LA HAMACA)




Sé que la memoria, a estas alturas, proyecta meras coreografías de años pasados. Y son nobles. Y buenas. Y divertidas. Los puntos de vista saltan, se repliegan, asemejan a bulevares iluminados. La cerveza, esa tradición pujante y rica en vitaminas no falta, da sustento a cada análisis político, social y literario. El rock, sí, como arrolladora máquina de sonido. Se hace un plan de reuniones para cada año, se dominan los mecanismos con sus respectivos ministerios capitalistas: comprar boletos de avión, convocar amigos en común, una muchacha bonita, sentarnos en una larga mesa con bebidas y botanas. Y cuando las huellas que corresponden a mis pies apenas son visibles en la arena (porque la tristeza eso hace: me desaparece) un hermano roquer te busca hasta el fin del mundo. Y llega gritando: “Pulido, ábreme la puerta, culero”. Y respondo: “Está abierta, hermano”.
La muchacha bonita en la hamaca es testigo de mi flota de barcos camaroneros.
Pero no, no somos hombres de negocios.
Luis Daniel Pulido