martes, 29 de junio de 2010

CAPÍTULO UNO


A Mayo, por los días cuando Chincho pasaba por ella en su bicicleta.


Conocí una niña. Tiene ojos muy bonitos. Se pone de puntas para sacar libros del estante, y su falda -como el paso lento de los barquitos en el agua- se alza para mostrar dos centímetros de piel, más de lo que a un caballero le está permitido.

Yo soy un caballero, tengo armadura y pancita, una estufa destartalada que no es un monótono caballo, sino el fuego necesario para que el plop plop plop plop de las palomitas extra mantequilla hagan bailar a los dragones cuando tienen fiesta.

Me encantaría invitarla, pero a ella sólo le importa leer su libro, trazar con sus dedos explanadas de sueños y silencios, ese temblor que produce el mar contra las manos cuando se navega en la oscuridad y sin lámparas.

Yo me acerco, no mucho, y dibujo un par de botes salvavidas para casos de emergencia.

Algo la aflige, algo la aterra, y yo como ratoncito experto en el tocinito crujiente, busco el extremo de la hebra.

Frente a ella y su libro me quito el sombrero, hago la reverencia y le doy mi palabra: Te voy a proteger de los hombres malos.

Pero antes: ¿Me enseñas a amarrarme las agujetas?




lunes, 21 de junio de 2010

CRASH


A Beto, excelente amigo pero pésimo conductor designado. Por lo vivido, hasta hoy.


Yo no escribo historias. Mi equipo
de expertos se reduce a discos,
despedidas, a eso que son –en su planteamiento–
móviles de entusiasmos que me conducen
al mínimo de sofisticación como tema;
carezco de dramas y me sobran las distracciones:
el fut, las mujeres, la playa y ese equipo moroso
y frívolo que celebra los empates a cero.

A veces uno tiene que dar la impresión
que sí, nos gustan las historias. Busco
el pretexto, menús con tres precios diferentes,
un automóvil con la emotividad de un misil
para estrellarse (mi amigo Beto resuelve
los detalles en el Ministerio Público,
y en cinco días termina con los escenarios
aburridos de esta historia que no escribo)

Apenas ayer dije –di mi palabra–
que nos veríamos en un poema
como reembolso parcial de los costos;
lo que haya pasado serán recuerdos
propios de ese mecanismo que dan
los espectáculos en vivo.

El sonido de las sirenas
y esa rolita de Procul Harum
es lo último que escucho.

No responderemos más preguntas.

jueves, 17 de junio de 2010

CUANDO LOS OMBLIGUITOS SE ENAMORAN


Ella es más joven que yo. Héctor no sabe su edad y se la digo. Tiene, bajo la voz, güiri güiri güiri güiri güiri güiri años. Héctor ve fijamente la mesa y como si le hablara a mi coca cola de lata, dice: –Siempre he pensado que es más joven.

Yo sigo pensando que hacemos bonita pareja, y si no, van los siguientes datos:

Ella escribe, yo escribo.

Ella baila salsa, yo bailo salsa.

Ella sube de peso, yo subo de peso.

Ella se enoja conmigo, yo me enojo conmigo.

Ella me perdona, yo la perdono.

Ella tiene colesterol alto, yo una bicicleta.

Ella es joven, yo soy joven.

Ella tiene pancita, yo tengo pancita.

Ella regala juguetes a los niños pobres, yo soy un niño pobre.

A ella se le sale el ombliguito de su ropa, a mí se me sale el ombliguito de mi ropa.

Ella (no puedo decir su nombre, es copyright, pero en mis sueños le digo D. D) le dijo a Héctor que ya no me quiere. Héctor, por supuesto, me defendió.

Para ello no se valió del mejor libro que haya escrito, ni del olor de la sopa de arroz, tampoco de la amistad repartida entre D.D. y yo, ni en las botanas de fama de esta ciudad. Fue profundo y revelador, le dijo: –No te enojes, hay peores.

Yo sentí alivio. Ustedes saben que acá juego de visitante.

Seguro en su Biblia habrá una península donde podemos echarnos una sesión de citas previas: ir al cine o al bar donde tus cachetes se ponen rojos para demandar a los dueños por la alergia. Claro, esto como parte de un plan premeditado: eres la única mujer alérgica a la cerveza. Y eso ni tu ex novio Silverio Chipilín (¿así se llamaba?) lo supo. Espero que por ello me des un beso en la frente, de esos que me ganaba cuando te llevaba bonitas serenatas.

Ese Héctor sí que me ha ayudado; pero tú, con ese arco y flecha mata venaditos, haces de mi corazón un agujerito sin salida.

Hoy ya no soy el changuito que come tus piojitos, el dj del Moulin Rouge de tu sala, tu pareja de baile, el hombre fuerte de tu vida, del departamento, de la esquina, de la tramoya, de tu apartado bis, de tus pinturas Comex, de los alka seltzers cuando tienes agruras.

Tiene razón Héctor: Hay peores.

lunes, 14 de junio de 2010

CON EL CORAZÓN EN LOS PUÑOS


Es cierto que no vengo del lado oscuro de la luna,
es absurdo que un escritor no tenga una red de patrocinadores
y le vaya a los Pieles Rojas de Washington
y no –macarthismo chiapaneco– lea a Efraín Bartolomé
como si las palabras fueran conciertos de gala.

He sido un perro de caza,
hijo en la forma más sencilla posible:
no fui a Harvard, cariño, pienso en mí
y no puedo hablar del universo,
del crujir de las hojas en otoño,
del follaje verde en invierno. Sobrevivo.

Veo el vuelo de las abejas,
de las mariposas,
la misma historia que inicia,
la misma casa de muertos.

Si te habrás dado cuenta
–ya me lo dijiste–
soy egoísta y no tengo tacto,
un buen libro de sentimientos.
Pero te amo.

Fumo (algunos dicen que demasiado)
y recorro la senda de mis proyectos
y de algunas ideas. El tiempo –todas
esas batallas que has leído– me sugieren
no hacerme notar y me pongo la máscara
de Wagner. Sueño que tu amor me recibe
como un héroe.

Hoy un amparo judicial me hizo abandonar
los números. No todos los pensadores
liberales se comportan, en materia de debates,
como yo: los cosmonautas sí rompen madre.
Y yo lo hice.

jueves, 10 de junio de 2010

JABULANI


Mañana empieza el Mundial,
hablaremos de Messi, Dos Santos
o Rooney; el detalle erudito o inédito
será precoz (el Mundial desde que inicia
es una vela que se apaga).

No se puede negar,
todos imaginamos la vida de otros,
se es –principalmente– brasileño
a falta de un equipo competitivo,
poderes diferidos como la “mano de Dios”
o el dribling de Pelé.

El futbol no se trata de exégesis o alquimia,
es la sumisión a tal o cual playera,
aunque se permitan los retratos por separado;
en lo personal disfruto de las tres facetas
de un partido: cronista, biógrafo, y al minuto
noventa, necrólogo.

Es futbol, aplica opuestos,
no se trata de clases de historia
o literatura, es una sinfonía de pases,
una muchacha linda que se alza la falda
en la Ciudad de México, la luminosidad
de una bala que ayuda económicamente
a madre e hija.

Mañana empieza el Mundial
y daremos un paseo por las barriadas
de la inteligencia, y que no se asusten
los decentes: sobre el raso del césped
veremos a ladrones de Palermo,
a Mandela comiendo con sus torturadores,
al British Petroleum y su impertinente
y grosera mancha de aceite,
a la más alta empresa de este país
en un vuelo de primera clase:
gobierno y narcotraficantes.

El Mundial empieza mañana
y queramos o no, todos somos
parte del juego.

Pronóstico: Atajar como Sergio Romero
y salir a la calle con mi playera de Megadeth.

lunes, 7 de junio de 2010

EXCESO DE CHOCO MILK


El amor es una bebida caliente,
un par de pancitos rollizos,
bigotes de espuma que no exigen
latín o griego, es la abundancia
en la adversidad o la pobreza,
asalto a sucursales de bancos,
el cascarón roto del pollito
que se fue a la guerra.

El amor es esa mujer de minifalda
que cita en cinco páginas a trece autores,
que posteriores a la muerte, la obligaron
a la Suprema Corte de los talleres literarios.

El amor es ella misma arrojando
esos papeles a Montparnasse,
Lascaux o Altamira.

El amor –cortejo, escalinata,
salto al vacío– es la línea continua
de las carreteras, Cancún sin pista
de aterrizaje, la Cuba de 1971:
mojitos y biblioteca.

El amor es Liang Cristi,
Nadia, Dámaris, Marylin,
este “ya me voy de esta ciudad,
su clima es insoportable”,
sobre todo cuando hay tanta gente
que pregunta qué ha sido de sus vidas.

El amor es todo –insisto–
menos clase social: No organiza tes,
canastas o bridge;
es –por salud– una crepa,
un fraude millonario,
un boleto de avión a Las Bahamas
y mi película favorita: Luna Papa.

El amor, motivo de perdón
y suspicacia, es –son– estos ojos
que se cierran.

sábado, 5 de junio de 2010

ME CONFIESO ANTE TI, FERRARI TODOPODEROSO


A D.D., con cariño


He de confesar –directo al sentido
y su posición reflexiva– que es cierto:
siempre quise llevarte a la cama.

Podría hablarte de dios,
situarme en las coordenadas de tu fe,
planear una conspiración desde Corintios,
pero no (no, no, no, no, no, no),
soy ciego ante tantas virtudes,
armonías decembrinas,
santitos de cinco centímetros.

Te propuse ser mi novia, mi amante,
ya que la amistad carece de experiencia
tan intensa como soñarte desnuda;
lo demás es ir por ti a tu taller de dramaturgia,
revisar tus coartadas literarias para el INBA,
Cinépolis y las olimpiadas por ver quién baja
primero de peso. Eres una niña. Y no lo digo
yo, lo dice Héctor, tu maestro (nuestro maestro).

He de confesar que los regalos y las serenatas
eran parte de una nómina reducida de buenas intenciones;
siempre he sido un voluntarista de lo oscurito,
de dejarte pasar primero para que subas las escaleras
de tu departamento y vea cómo se mueven las almohaditas
de Calcuta.

Mamacita, con esas curvas mi corazón es un Ferrari de milagros

Y ya que estamos en las confesiones,
siempre quise morderlas. Tú sabes
que nunca he sido un hombre de buenos
sentimientos, reconciliador de lo que el cielo
dispone: me como tus galletas, tus sopitas
y sigo pensando que Tonalá es bien feo.

Sin embargo, todos los días,
me muero por llevarte un ramito de flores.

La vecina tiene un jardincito…vieras.

jueves, 3 de junio de 2010

DICES QUE SOY COQUETO


Todo lo que prometo, lo cumplo:
amor eterno, una sombrilla, aceite de coco,
una playa deshabitada, un Iphone para que
–cuando a tu espíritu matemático se le ocurre armar
el rompecabezas del pasado– me envíes mensajes
que son verdaderos psicoanálisis sobre el hombre moderno.

Por cierto, ayer soñé que eras una enfermera sexi
que llevaba a mi cuarto. Vimos las radiografías
de mi rodilla dos días seguidos.

Cinco horas después, cuando sientes que mis guiños
son afrentas, camaleones que desempolvan pequeñas batallas
para ver quién tiene el poder, me muestras tu arsenal de luchadores:
Hulk, Wagner, La Mole, Rey Misterio y el más cabrón: el perrito del periférico.

Y apuras tus quehaceres: riegas las flores, dejas comida a tu perro, levantas una ceja y cuadrículas los espejos.

Tomas el lápiz labial y escribes –con mirada de niña mala– lo que me depara el destino.

Yo insisto: te amo; y el impacto de la declaración
fulmina los cableados.

El amor en lo oscurito se filtra como el agua
en las paredes: todos ven el corazón con nuestros
nombres que ilumina la cama.

miércoles, 2 de junio de 2010

OKEY, DANA


Puedes decirme lo que quieras,
voy en taxi: el Estado mexicano
batalla por reescribir su autobiografía
y Black Sabbath en los audífonos
es la única puesta de sol interesante.
No contabas con mi astucia. Otra mujer
me espera.

Te doy la razón, juego al adolescente
y no hago el trabajo de los seis millones
de personas que te dicen “ten calma”.

Me importa un carajo tus cólicos menstruales,
tu guardarropa con sus políticas inestables,
tu John Locke de falda y zapatillas.

Lo mío –que pudo ser tuyo– es este corazón
de ciudadanos motivados, de reivindicaciones
al margen de los errores que cometo: no todos
los niños que chutan a la portería anotan goles
en Sudáfrica.

Se trata –se intenta– de compartir
lo que acaba de estrellarse en el cristal
de tu ventana: el balón y sus guerras
por decirte una y otra vez te amo.