jueves, 30 de octubre de 2008

SEÑOR MARVEL COMIC




Ayer, apenas, aquellos niños con los que crecí dejaron de ser los X-Men. Las niñas que se levantaban la falda dejaron de cubrirse el rostro y me dijeron sus nombres y número de móvil. La revolución, que suma ya un buen de registros de huellas dactilares para que no seamos infelices y en una de esas el IFE te confunda con un muerto, ahora es un viejo confundido, angustiado y timorato.


Ayer, apenas, mis amigos dejaron de soñar y renunciaron a ser esos niños que todo lo pueden. No más Spider Man ni irlandeses en el Ulster, reinos paralelos y el bar de malteadas que bautizamos como el “Saint Vincent’s”.


Hemos crecido y a veces olvidamos maletines llenos de registros de oficinas en el asiento trasero de un taxi. Renovamos ímpetus en el caos de las correspondencias y las suscripciones y reformulamos nuestras viejas teorías sobre el origen del universo mientras llegamos al próximo aeropuerto.


La niñez es una retina devastada que hurga en sus interiores blancos y grises, un torero que se desangra, un arete en el lóbulo izquierdo, urbanizaciones sonoras con Eleanor Rigby, un barquito de papel mal hecho.


Ayer dije adiós a mis amigos e inmediatamente escuché como crujían las ramas de los árboles; vi, también, que el pájaro de nieve en mi hombro desaparecía de su hemisferio azul y glacial mientras reservaba una mesa a nombre del hombre importante que soy, denominado así por la casualidad y un poeta mal intencionado orgulloso de su particular vanguardia maya.


Ayer mis amigos se convirtieron en adultos y se descoprometieron de los cómics para reclamar una historia propia a golpe de timón y cicatrices que arrojan un montón de sonrisas falsas a las avenidas.


Me queda poco, me queda tu nombre que me obliga a acariciar tu cabello como quien busca restaurantes en autopistas, y porque te quiero y eso es para mí la verdadera autonomía del arte y no la que me exige mi vecino, “el artista” (mezcla del Rey de Kenia y maestro budista Zen)


Y empezamos a fumar, a plantearnos el proceso de selección para escoger a qué marca le apostaremos nuestro prestigio (ya sabes, quiero tocar una Fender Stratoscaster con un cigarro en la boca)


Porque, y eso es lo único que sé, el tren eléctrico, el caballito de balancín y el pandero dejaron de ser objetos para ser atajos que me acercan a lo único que deseo: morir en los brazos de esa niña que persiste en tener un huerto de manzanas en la cadera.

HABLEMOS DE ELLA



Es Claudia esa bellísima señorita
que me trata como peón de hacienda,
quien me destina un asomo de Corn Flakes
y un poco de leche que apure el asunto
de no ser gordito para siempre.

Es Claudia quien jura en nombre
de Santa Patita y la Virgen de la Berenjena,
que los gorditos somos como gatos tuertos
o diabolus pasados de moda y en venta.

Es Claudia quien mordisquea la vida
desde su cama, sin prisas y a distancia
de los hacendistas del periférico.

Es Claudia un millón tres mil veces bien bonita,
mis ojitos tristes por el martillazo de su indiferencia
a mis deditos, que aún moraditos y azules
la buscan en el cuadrante de la revista Vanity Fair,
balcones de Palacios, el brillo de los diamantes.

SEX IN THE CITY



La amistad es un indicio,
un amor no consumado.
Se trata de escoger el disfraz
de “hombre murciélago”
para buscar, inmediatamente,
el contacto con la niña que te gusta.

Brincar, reír, apostar,
convocar a un concurso de pancitas
y rondas nocturnas de besos:
vainilla, vodka, queso, incluso,
chocolate amargo.

¿Qué hay detrás de todo gran hombre?

Un pez, un reloj de arena, una siesta,
el disco nuevo de Metallica, el Superbowl,
una autopista, un niño que cuenta de cabeza
-un, dos, tres- y grita ¡qué bonitas piernas!

SÁNDWICH DE DRAGÓN




Hola, ¿cómo está la “cruz”?
Claudia Pon Cáceres

Con Claudia sobrevuelo
(como cuando era niño)
carnavales de guitarristas
que tocaban bonitas canciones
iluminadas por fogatas.

Con Claudia, por ejemplo,
empujo la superficie azul de los lagos
para que la luna se descuelgue
y dé panzazos en la tierra.

Acepto el riesgo de que las luciérnagas
vuelen a la deriva y Claudia me jale de las orejas
y el olor a espagheti alcance sólo para alimentar
pequeños peces.

Claudia, con sus tobillos elegantes
dobla hacia calles desvencijadas
por la mano del hombre
y me busca y no me deja solo
y pregunta –juego de palabras de por medio-
que si ya dejé de beber vino con los dioses nórdicos.

Entonces el roce metálico de los mensajes de texto
construyen manecillas de un reloj que minuto a minuto
le dicen princesa.

Y yo le digo: -mi lady.
Y ella cuenta piojitos en mi cabeza.

Claudia, ¿te hago tu sándwich de dragón?
-Merci- me escribe desde Mónaco

LOS CORRIDOS DE LA REDACCIÓN (POR EDUARDO HUCHÍN)




Antonio “El jefe de jefes de redacción” y Francisco José “El príncipe encartador” son un par de cantantes norteños asentados en el Sur de la República que han revolucionado la música con sus “corridos de la prensa y del corazón”. Sus canciones, que empezaron a ser populares en las áreas de impresión de los diarios, en poco tiempo llegaron a la sección de espectáculos, convirtiéndose así en un auténtico fenómeno. El grupo -del que un periódico afirmó “Más de 200 mil oyentes no pueden estar equivocados”- ha lanzado un material recopilatorio -Amor de última hora (paren las rotativas)- que concentra lo mejor de su carrera.


Se trata de un disco maduro, que va de la nostalgia más melosa (“Un domingo sin noticias”) al vil despecho (“No quiero ningún consejo (ni siquiera editorial)”). Eso no quita que toque temas sociales, como la falta de dinero (“Descuento por falta de ortografía”) o la crítica a un mundo gobernado por la prisa (“Corro, vuelo y reporteo”). Me detendré en algunas estrofas de sus canciones para compartir con los lectores el alcance de una lírica que ha traspasado el mero día a día y se ha vuelto parte de la cultura popular de este país.


Ella dijo, opinó,
consideró, afirmó,
aseveró y señaló
que no me quería.

En respuesta, yo le indiqué,
opiné, expuse, dije, expresé,
informé, di a conocer,
que ella era todo en mi vida

(De la canción: “Y ella finalizó”)

En el párrafo anterior escuchamos la historia de un reportero enamorado de una chica de Comunicación Social de una dependencia, cuyo amor no puede realizarse al estar ella empeñada en que gobernador del estado va todo con letras mayúsculas. Durante el solo de acordeón, él le explica las reglas del Manual de Estilo, que le impiden tomar esas libertades, pero ella termina por dejarlo e irse con un abogado de la STPS que la asesora en su liquidación.


Pero la antología de estos dos compositores parece tocar todos los temas. En “Me gustas cuando callas”, un precandidato entona una canción de amor a un periódico y “Mi informante secreto” relata las vicisitudes de un romance que no puede decir su nombre.


Un claro ejemplo de la versatilidad de Antonio y Francisco José es el corrido “Más abajo del organigrama” que cuenta el triste descenso a los infiernos de un redactor en jefe que termina su vida de voceador bajo un semáforo. Esta decadencia lenta y dolorosa es descrita por los cantantes sin escatimar detalles, sobre todo en lo referente a los puestos cada vez menos importantes que ocupa el protagonista. En ese mismo tono melancólico, “La primera pre-impresión jamás se olvida” narra los recuerdos de un hombre que abandona un medio de comunicación al que vio nacer y que de repente, tras 15 años de cubrir la política local, tiene que enfrentarse a que su propio diario cambie de giro para privilegiar los choques en carretera, los deportes y las mujeres recién salidas de las albercas.


Una de mis predilectas del disco es “Errata inmunda”, debido a que se ocupa de un personaje tan insignificante como el corrector de estilo. En esta canción, un corrector llora su desgracia ante un comunicado de prensa con suficientes faltas de ortografía como para hacerlo pensar que leía una noticia en otra lengua romance. Van algunos de los versos:

Errata inmundaboletín rastreroescoria de la prisareportaje mal hechoDesinformado
lenguaje de gobiernocon mala ortografía cuánto daño me has hechocorregirte es una hazaña
palabra ponzoñosanota de policía
te odio y te desprecio

(Y ese grito del final de “¡Lo estás corrigiendo, inútil!”, realmente es una joya).

Otra de mis favoritas cuenta la historia de una joven reportera que sospecha de su marido y cada noche lo acosa con sus celos (“Quién, qué, cuándo, dónde y por qué”). Es una canción hecha sólo de inquietudes, provenientes de alguien que quiere llegar al fondo del asunto, aunque también, en su interior, tiene miedo de saber la verdad. Esta es la única rola del disco interpretada por una cantante invitada (Lupita D’Aristegui, brillante por cierto). Sin embargo, si he de elegir un corrido de Antonio y Francisco José para escuchar en una isla desierta tendría que ser “Este amor va de principal (por favor lo cabeceas)”, descrita por un crítico musical como “una auténtica canción desesperada que dice en sus tres minutos y medio lo que a cualquier poeta diría en 20 poemas de amor”. Esta pieza está dedicada a una directora editorial, incapaz de ver en su jefe de reporteros al amor de su vida. Él le llora, según nos dice, “en todos los estilos de texto posibles” y al final le confiesa: “Lo que quieras saber en mil caracteres te lo digo en cinco: te amo”. Qué puedo añadir, incluso ahora que escribo pensando en la canción, también lagrimo.


De esta manera, Amor de última hora (paren las rotativas) es el soundtrack perfecto para cualquiera que haya trabajado en un medio de comunicación impreso y sepa lo que es cubrir notas en días feriados, algo que bien resume una de sus canciones: “Desde que soy periodista extraño tanto vivir”.

jueves, 23 de octubre de 2008

WAR ESPONJA



Estimada Lily:


Vale tu carta de ayer las ofensivas de hoy: serán al oeste y por el noroeste. Tú hablarás con acento sinaloense y me darás, para no indigestarme de guerra, mi agüita de coco.


Yo compartiré la estrategia contigo, que incluye mazapanes, habas y un titipuchal de caballitos y turuletes.


Y me preguntarás: -¿Cuántos cayeron?


Y yo te diré: -ai nomás unos cuantos pelones.


Es así que regresas a casa en espera de que el amor toque otra vez a tu puerta


¡toc, toc!


¿Quién es?


¡Pos yo!


Con cariño


El War Esponja

EL AMO DEL UNIVERSO



Claudia:

Ayer se me ocurrió buscar el origen del Universo en mi ombligo. Dije “lo primero que saldrá de este agujerito serán lagartijas despavoridas”, pero no, apenas fue un hormigueo bamboleante que conforme crecía me daba la sensación de cosquilla.

El Universo, que también tiene poblaciones costeras, propone constelaciones como la del “camaroncito al mojo de ajo”, “el corredor Cancún-Tulum”, “tu sonrisa que me regala esos lindos hoyuelos” y así, por el estilo, hasta que me regocijo de ombligo.

Tu ombligo tiene su chimenea color rosa y cuelgan de el lucecitas y a tientas siento esos guiños que me tiran onda por tus clases de salsa.

Pero mi ombligo, con su luna almidonada, sabe que el origen del Universo está debajo de mi almohada y no son grandes escaleras empinadas hacia el cielo, sino un sabrosísimo sándwich de pollo sazonado con Knorr Suiza.

Desde Pulidín City

Chincho, master, master, master of the Universe

SERVICIO A LA COMUNIDAD (POR EDUARDO HUCHÍN)




¿Sientes que algo le falta a tu página cinco?


¿No sales de la postura de siempre: “Sólo publico a columnistas políticos”?


¿Estás insatisfecho con tu vida editorial, porque tus articulistas acaban demasiado pronto sin llegar a ningún lado?


¿En realidad ansías ser un editor, redactor o dueño de medio de mente más abierta?


ESTE ANUNCIO ES PARA TI

Escritor repentinamente despedido ofrece sus servicios textuales:

Textos libres y sin compromiso (artículos sueltos para tu revista o periódico).


Mensaje con “final feliz” (No le hago el feo a las historias de superación personal).


Blog Jobs (Te redacto tu bitácora para Internet).


Masajes retóricos (Retruécanos, calambures, palíndromos y otros, en sistema Braille).


Estimulación oral (Lectura en voz alta).


Corpus exquisito (Te ayudo en tus estudios de antigua lírica popular).


Surmenage a trois (Intervengo a contrarreloj en ese ensayo de la maestría que tenías que hacer junto a una amiga).


Como Escort -perdón, error de dedo- como Escritor tengo dos promociones:


El Social Only, donde presento tu libro o tu revista.


El Full Service, donde además TE HAGO tu libro o tu revista.

También ofrezco el Servicio Ejecutivo, por si necesitas redactar un proyecto turístico con que estafar al Gobierno.

Satisfacción garantizada y un solo lema:
“El que no enseña (literatura) no vende”

Nota: Soy peludito.



Contáctame en el correo:
eduardo_huchin@yahoo.com.mx

O agrégame a tu Messenger:
jehuchin@hotmail.com

Distribuye este anuncio.

jueves, 16 de octubre de 2008

POEMA RAIDER





En donde estaba el corazón he puesto un revólver
Jordi Soler


Qué patria recorren los trasterrados
en medio de lo que es sencillamente luminoso
como suele ser un libro con el sello hospitalario
de las bibliotecas.

Qué patria sospecha que tras de ella
se esconde el creacionismo cachivache,
el niño con su álbum de estampitas
que sorprende por el uso del lenguaje
de vendimias y vísperas.

Qué patria caminan los exiliados
y por qué comen en restaurantes
edificados en la arena;
por qué el desenterrar a sus muertos
no sólo es asunto de memoria
sino de devolverle la vista a los ciegos.

Qué patria nos espera
sin que los poetas bien nacidos
hagan esa mueca de asco
en la pantalla estática de sus banderas.

Qué patria recorren los trasterrados
cuando el único concepto de pertenencia
es calzarse al revés la gorra de los Raiders
y caminar rumbo al desierto con la flama de una lámpara
que es mi última palabra de honor en llamas.

PIROPOS




Claudia, quisiera ser el lipstick que me lleve a tus labios como pajarito con el pico abierto.


Claudia, quien fuera el taquito de barbacoa que hace apunte al cielo esa ¡mmmm! boquita.


Claudia, acá el Caribe de tus Cruceros, tus puertos, tus islas Fidji.


Claudia, quisiera ser la pelusita de tu ombligo, su zarzuela, sus buñuelos.


Claudia, quisiera hundir mi flota de barquitos en el olor a mar de tus sábanas.


Claudia, quisiera ser las semillas de girasol que enciendes en tu fogón.


Claudia, bendita tu mami que trajo al mundo la niña de mis ojos y me hizo abrillantador de escudos para merecer ser caballero de tan bonita reina.


Claudia, ¿quieres ser el cucurucho de mis garapiñados?


Claudia, quisiera ser el analista financiero de tu producto interno y nacionalizar tu sonrisa para mi solito.


Claudia, quien fuera la natita de tus bísquets.


Claudia, a qué horas desde tu arco salieron las flechas que tengo clavados en el corazón.


Claudia, eres tan bonita, pero tan bonita que cada vez que parpadeo me pone triste tu ausencia.


Claudia, quisiera ser el papel arrugadito donde polinizas tus acuarelas.


Claudia, cuéntame que hacen por las noches las abejitas.


Claudia, quien fuera la casita donde naciste para llevarte siempre en mis brazos.

PEDRITO INFANTE LE CANTA A CLAUDIA PON CÁCERES




Es cierto que intentaría no enojarte,
tan cierto como que todo universitario
egresado de la llamada “cuna de líderes”
-todos, sin excepción- escriben sin faltas
de ortografía y han leído Rayuela.

Y no lo haría porque estoy enamorado de ti,
y las declaraciones, cariño, no son acuerdos
sino rendiciones.

Y como el amor para que se propague
con mayor rapidez exige un poema de rodillas,
te escribo este con todos mis activos.

Podría decir “al carajo Alejandro Sanz”,
pero no lo haré porque, vida mía, te amo.

Y el amor es tan imprevisto en sus actos
como cuando –y te escucho claramente-
me dices que cada quien sus comas,
acentos, el bonito messenger.

Por eso, cariño, nada de homogeneizar
a los egresados de la Salazar Narváez
con los de mi universidad favorita:
la Pedrito Fernández.

Porque te amo y el amor
-este amor- de atribulada sabiduría
no es comparable con el verdugo
que en tu corazón apila un montón de cabezas.

Y es que, crucecita del juramento,
Claudia no es mala, es diva.

¿Un tequilita?


*el fondo musical de este poema es del mariachi Balas de Metallicatitlán.

SI TE CUENTAN QUE CAÍ




Siempre quise tener un lugar donde vivir,
uno donde me vieras como un niño valiente y respetuoso,
con su buzón para opiniones y sugerencias,
protegido por lonas contra el sol
y donde los besos fueran un curso intensivo
de introducción al cultivo de algodón de azúcar.
Un pequeño lugar donde el mundo sea lo menos importante
no así la manzana de Adán con vista al mar.
Un lugar, chiquito, sin sillas y ventanas
pero que con solo ir a la cama empezáramos a soñar
porque –desierto de por medio- volar no basta.

miércoles, 8 de octubre de 2008

SE TRATA DE



Se trata de pelear por el amor de la niña que te gusta,
de dibujar corazones en la arena,
de sonrojarse a medida que llega la cita del viernes por la tarde,
de ver como rodean al Palacio de Kensigton los epicentros de tu vestido,
de contar hasta cien conteniendo la respiración,
porque se trata de morir luchando,
no de fundar grandes escuelas filosóficas.
Se trata de cumplir un destino que con frecuencia
nos cuenta los días y del tres salta al diez.
Se trata, sin duda, de pelear como un león herido
y no como los poetas –pobres poetas- que dicen hablar con las piedras.

THORITO



Ilustración: Claudia Pon Cáceres


Los niños vikingos como yo nos lavamos
el cabello con champú de manzanilla,
no usamos hojas de afeitar
y mucho menos bufandas de seda;
nos gusta el ombligo de fuera,
que apunte como cañón en su eje
y la barba que crece como la crema
espumosa de las malteadas.

MALLORY


Ilustración: Claudia Pon Cáceres

Claudia:

Sólo tú y yo sabemos la clave que resguarda el Banco de la Reserva Federal de Maldades sobre el número de animalitos muertos bajo los nombres de Claudia y Chincho.

La lista va de lagartijas deshechas por la pólvora de cohetones hasta la ranita que no pasó la prueba de calistenia y quedó embarrada en tu tenis por no brincar tan alto como tú lo exigías


–Brinca ranita, brinca- y ¡zwip! vía libre para “el otro lado”.

Lo que vimos y quise pasarlo (para no asustarte) como horario de aviones con destino a la Ciudad de México no era más que “eso” destripado.

No importa –dijiste- y nos alejamos para apalear murciélagos que de seguro nos chuparían la sangre y acabarían con el árbol de mangos de tu jardín mágico.

Y ¡pas! el primero, ¡pas! el segundo, ¡pas! el tercero. Murciélagos muertos con la lengua de fuera y por la sobrecarga de palos que terminaban por darnos mucha risa.

Tu mamá y la mía culparon de todo esto a la industria norteamericana del entretenimiento. Y desde ese día jamás volvimos a ver la tele juntos.

Hoy ambos tenemos una carrera y sólo practicamos travesuras que no exigen mucho esfuerzo, como cercenar las orejas de trovadores desafinados.

Desde Pulidín City

Chincho, con su playera de Motorhead.

LOS ANGELITOS QUE FUIMOS


Claudia:


Algunas veces tu mamá y la mía coincidieron en que éramos angelitos. Sin embargo siempre hubo diferencias entre tú y yo: un rock and roll, dos cuernitos rellenos de jamón y ese calorcito que derrite los helados cuando te llevo a caminar por el desierto de Bagdad.

A mí jamás me crecieron alas y a ti, cuando quise verlas, me mordiste con tantas ganas que arrasaste con todo mi orgullo vikingo.


-Condenado diablito- me dijiste para luego abrazarme, sorprendida de que los héroes a veces lloremos un poco.


Desde Pulidín City


Chincho, descubriendo la utilidad de los kleenex

TRAVELLIN’




El amor es susceptible
a las bajas temperaturas,
puedo ver en el espejo
que digo –Claudia- y tiemblo.

Intento explicarlo y pongo un disco
y firmo pases para viajes gratis
en el ferrocarril que rodea
la raíz de un arbolito de cerezas.

Podría, con este frío,
ser el albatros que emigra,
un magnate del acero,
las filtraciones de agua
de una mina abandonada.

Quiero –reticente
como son los buscadores
de tesoros- resguardar los graffitis
de la extinta Berlín Oriental
bajo la tierra húmeda
del jardín que da a tu puerta;
tener el corazón más grande,
como el desierto del Sahara
para que contemos –juntos-
cuántos pétalos de arena caen en tu mantel
cada vez que digo –Te quiero-

jueves, 2 de octubre de 2008

¡PANCITA, PANCITA!




Si pudiera descansar mi cabeza sobre su panza

¿Habrá pirañas, pequeñas sinfonías

o sólo diminutos ojitos cerrados?

Yo le pregunto si en ocho meses

ya le habló de San Petersburgo, la aurora polar,

como se manejan las bicicletas

y de Diego Armando Maradona.


Creo que sí y lo hace por celular.

¿Los bebes tendrán vida nocturna?

Puede ser, y si lo hacen, es con Chopin.


¿Sabrán los niños lo que es un baby shower?

No lo sé, pero tu mamá organiza uno.

Me lo dijo y no usó el celular.


Si pudiera descansar mi cabeza sobre su panza

y escuchar cuando preguntas con tu extraño lenguaje

¿Dónde está la orilla?


Y yo no podré contestarte

porque sólo vinea comer muchos panquecitos

y galletaspara que tu mamá no rebase los diez kilos.


La mamá de tu mamá

dice que eso pondría en riesgo tu salud.


Lo que sea, que todo salga bien

y, cuando eso pase, ven conmigo a contar las estrellas.

Quedan pocas pero quizá te pueda dar cinco

para cuando te compren una piñata.

¿Sabes lo que es una piñata?

Te lo puedo decir si tú desde adentro

me dices qué es una cesárea.

¿Será una vecina que no conozco?


¡Pancita!, ¡Pancita! No te vayas.

EL REY DE LOS POETAS





Un día -no recuerdo fecha ni año,
ocasión anterior o posterior,
golpe en la cabeza, pellizcón en la nalga-
escribí lo que serían las primeras rutas
de mi vida a partir de eso que en el cine
se llama “memorable”.

Un día -donde igual el hombre llegaba a la luna,
se consumaba una huelga o se robaban dinero de un banco-
el gran precursor (¿alguien apuesta doble contra sencillo?)
fue un pirata ¿o un balón con rayas?
¿el guardián de las bibliotecas, tío Ranito, Sandman,
la mujer de rojo… el kung fu Panda?

Un día, no recuerdo si tenía perro,
reloj de tic tac energético,
suéter negro, pantalón a cuadros,
una manita desconchavadita,
cierto aire a Jim Henson.

Un día -no recuerdo fecha ni año,
expectativas ni argumentos-
se me concedió ser Rey,
capaz de frenar con mi espada
los efectos de injusticias y dictaduras,
invasores, tribunales y conjuras,
monstruos, compañías de Cable,
El Hombre Lobo que habita en la colina
aaaaaaauuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

Un día, la marea trajo a la puerta
al Rey de los poetas
¡Larga vida al Rey de los poetas!

¿Alguien me presta un peso para comprar una galleta?